Y hoy vamos a dejar el tema jardín entre paréntesis y voy a hablarles (¿nuevamente?) de la complejidad emocional que les comentaba el lunes, en relación al fin de semana.
¿Qué me pasa? Bueno, entre otras cosas, me pasa que, cada tanto, por momentos... empiezo a sentirme... harta de la vida ciudadana... o de la vida de la Gran Ciudad.
No es ninguna novedad, lo sé, ya en varias ocasiones hicimos referencia a este tema. Pero yo me sentía mirándolo de lejos (todavía)... La saturación que vivía a mis veintipico se había atenuado y la idea de irme e instalarme en otro contexto, en un ámbito más natural y menos agitado, se me hacía romántica (en exceso), utópica casi, ¿alejada de "la realidad" acaso? (como si hubiera tal cosa como Una realidad, o una realidad más protagónica que el resto).
Pero desde las vacaciones a esta parte que empecé a fantasear, de manera más seria, más madurada, menos radical, con un cambio de estilo de vida. Y no siento que sea yo-Inés la que necesite bajar los decibles (aunque SIEMPRE quede trabajo en ese plano), sino que es el medio, el entorno, el funcionamiento general de la maquinaria con la que coopero... lo que me está costando.
Quizás tanta teoría apocalíptica finalmente terminó surtiendo efecto... en el inconsciente. Se me vienen sin que los llame miedos nuevos, distintos, trágicos, miedos colectivos... Yo sé, bueno, lo racionalizo, (bah, saber, ¿quién sabe?), sé que son sólo miedos, pero les regalo el proceso que vive el cuerpo. Les regalo esa angustia intrusa, repentina, que –cada tanto- me asalta en la mitad de la madrugada, me hace irme al living de casa y me sienta en postura de semi-loto, con las manos en posición de rezo... preguntándome: ¿cómo terminaremos?
"¿Es la espiritualidad una noble realidad o el refugio de los desesperados?". Este texto escribía yo hace 6 años... Todavía me lo sigo diciendo.
Obvio que mudarme a una ciudad más chica y tranquila no resolverá esos interrogantes y dilemas (¿o sí?), pero quizás sí me posibilite vivir de una manera más orgánica, más sencilla, más coherente, más conectada con la realidad real (la que yo elija) y no tanto con esa realidad que te imponen detrás de las pantallas y mini-pantallas... con esos muchos, miles de nombres, datos, cifras, imágenes que circulan hasta el ridículo en esta vida hiper-mediatizada.
Y además... necesito de la naturaleza. No me basta con 2 semanitas al año de aire de montaña. Lo necesito con más frecuencia. El horizonte despejado, el paisaje puro, imponente, la crudeza del planeta.
Tal vez encuentre alguna fórmula o combinación... que me permita un poco de cada cosa (lo que se llama no querer soltar nada, jaja)... no lo sé... pero lo cierto es que en estas últimas semanas me anduve sintiendo RARA. Des-ubicada. Confundida. Y sí, como ya dije, también asustada.
¿Qué piensan? ¿Les resuena algo de lo que les cuento? ¿Cómo se están sintiendo?
PD: Anoche, después de escribir el texto, dormí como un angelito (como hace tiempo).
PD2: La ilustración de hoy también es de la bella Sonia Esplugas. http://www.soniaesplugas.blogspot.com Ya voy a hablarles de ella.
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