Algunos de los momentos y observaciones que me apunto para el recuerdo. No tanto como puntas de ovillos de relatos de los que después no me hago cargo (ejem) por falta de tiempo... sino como meras manchas de un croquis sin mayores pretensiones, que le basta con ser croquis.
Estar en el auto de Mercedes, contándole a ella -al volante- y a Laura -a su lado- lo satisfecha que me había dejado el informe de China (por primera vez en cuatro años). Lo entusiasmada que me sentí volviendo a casa, telefoneando a Fede para decirle: "tendremos algunos asuntos económicos pendientes, pero valió la pena haber focalizado la atención en la crianza de las niñas". Citar algunos adjetivos del informe que antaño me hubieran dejado dudando: "dulce, tranquila, observadora". Valorarlos, no pretender que me hija sea otra o distinta (de la que es... ahora, y en ese ámbito). Que Laura acote: "yo veo que en general hay una sobrevaloración de la personalidad..." Yo: "desinhibida... extrovertida". "Eso, extrovertida. Y para mí la extroversión para mí no es un valor en sí mismo." Sentirme de acuerdo con su observación, asentirla.
Estar en un emotivo cumpleaños, poniéndome al día con -otra- Ine y de un momento al otro, que la música como tema se cuele. "Tenés que pasarme música nueva. Estoy sedienta". A los 5 o 10 minutos de haber expresado mi deseo, que Ine agarre su celular y empiece a buscar archivos varios. Prestarme sus auriculares y hacerme escuchar una canción en inglés, apuntarme: "es de un escocés..." que en segundos, segundos me recuerde a un músico del estilo de Nick Cave, a la época en la que lo escuchaba... a aquel tráiler cuadrado y friolento en el que hacía la "producción de historias" del "Bar 1", reality-show triturador de almas. Seguir escuchando, varios temas, uno tras otro, sentirme adicta, pedirle, rogarle que no se olvide de enviármelos vía email o como fuere (pensar para mis adentros: "podés usar algunos para las clases"). Llegar a uno particularmente profundo, a un par de voces cantando a dúo, una femenina y otra masculina que de vuelta, ahora me transportan... qué sé yo adónde, a un no-lugar, a una fantasía, a la esperanza que araña un mundo más sabio, o una vida más calma.
Sábado al mediodía, estar casi por cruzar la avenida con marido e hijas, que se nos acerque un joven, un niño púber: que nos pida colaboración por la causa de Lautaro. Responder de manera autómata, decirle que no, que me disculpe, amablemente, seguir de largo. Y sin embargo, interesarme. Preguntarle a Fede: "¿qué fue lo que dijo?" A la vuelta del paseo volver a encontrarnos otras personas con la misma camiseta y el mismo slogan: "Lautaro te necesita". Detenerme. Preguntarle a una mujer "¿quién es Lautaro, qué es lo que le está pasando?" Qué me cuente que Lautaro tiene 10 años, que sufre una extrañísima y dura enfermedad (Leucodistrofia Metacromática) cuyo costoso tratamiento sólo puede hacer en Carolina del Norte, que están juntando dinero para ello. Que me diga: "ella es la mamá". Que la propia madre me cuente más detalles, sentir su lucha, su apasionamiento y su angustia. Que finalmente lo llame al propio Lautaro y me lo presente... Respirar hondo, prometerle que por lo menos iba a difundir la información, que fuerza, que seguro saldrán adelante. Despedirme. Estar cruzando la calle y decirle a Fede: "viste, no hay que dejar nunca de ver el vaso lleno, nunca hay que dejar de agradecer todo lo que uno tiene."
Y más mucho más: un alfajor de maicena gigante, textos breves de Clarice Lispector, película nueva (Ratatouille), almuerzo de papas, tomate y huevo, cansarme, mis hijas jugando juntas a madre e hija... toda la tarde del sábado y domingo, estar con Lupe dormida redactando... y que se despierte en este preciso instante... En fin, todas manchas de un croquis sin ninguna ansiedad por ser cuadro.
¿Y ustedes? ¿Qué momentos y observaciones del fin de semana se apuntan para el recuerdo?
Link de Lautaro: quién sabe, entre todos podamos ayudarlo.
Jugando juntas toda la tarde
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