
Ayer antes de dormir pensaba: Yo tendría otro hijo?
Digo, aún si pudiera solventar su crianza.
Aún si tuviera el deseo en común con Nicolás.
Aún si mis hijos me lo imploraran.
Tendría?
Podría?
No sé. Creo que no.
Me tomo la maternidad como muy dramáticamente.
Quiero que mis hijos sean los más divinos, los más educados, lo más buenos, los más limpios, los mejor alimentados, los más impecables, los que mejor huelen.
Quiero hacerles los disfraces, los quiero llevar y traer al colegio, a la plaza y al club.
Quiero dormirlos, darles de comer y prepararles el desayuno.
A la noche todo es más grave. Todo se tiñe de dramatismo.
Pero a veces se pone del color de la realidad.
Y la realidad, hoy, es que no. No podría tener un cuarto hijo.
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