Poner entre paréntesis la bolsa de garabatos mentales y abocarte a ella, estar presente, alerta.
Poner toda tu humanidad al servicio de un proceso de curación, de sus necesidades emocionales y afectivas.
Cuidar a tu hija.
Cuidar a otro ser humano...
¿Qué estás diciendo? Inés, explicate, vamos.
Estoy dándole vueltas al hecho de que, recién en este último tiempo, estoy logrando ¿disfrutar? No, no, no es ese verbo. Estoy logrando sentirme a mis anchas cuando aparece la necesidad de cuidar a un hija enferma.
Estoy pudiendo agradecer ese rol, agradecer esa posibilidad en lugar de tensarme y protestar (para mis adentros).
Que quede claro: no agradezco la circunstancia de una enfermedad, ni de mis hijas ni de nadie. Pero si aparece un cuadro, un cuadro menor la mayoría de los casos, un cuadro de anginas inaugurando la temporada invernal, ¿qué mejor que recibirlo, que recibir a mi hija (venía de lo del padre) con una sonrisa? Léase: ¿qué mejor que apagar la computadora, obligarme a resolver lo que quede pendiente después de haberlas dormido e inspirarme para cocinarles la sopa de calabaza que hija tanto elogió a Violeta (señora que la cuida)? ¿Qué mejor que a-ten-der-la? Y qué necesario -empiezo a registrar- qué necesario es darme un tiempo y un espacio para atender a mi nena.
El hecho de trabajar de manera independiente no me permite casi nunca (o muy raras veces) faltar a mi trabajo "porque me enfermé" o "porque mis hijas se enfermaron".
¿Pero realmente funciona así la cosa o será que ando con tal nivel de exigencia que ni yo me permito darme ese espacio-tiempo?
¿Permitirme? Si debo. ¡Debo hacerlo! Y cuando pongo manos a la obra y me entrego a la tarea, escuchándola con atención, sirviéndole el remedio, llevándole recipiente para que escupa, limpiando vómito, abrazándola, peinándola, si me lo pide, tomándole la temperatura... me siento más madre que nunca.
Confieso que de más joven, cuando por ejemplo un novio enfermaba, era pésima cuidadora. Me descolocaba tener que cuidar a un hombre afiebrado. Pobre, no le(s) echo la culpa a él o ellos, reconozco que había algo ahí que a mí no me salía. No sabía cómo hacerlo. ¿Yo? ¿Qué? ¿Cómo?
Y no es no hubiera tenido buenos ejemplos de mujeres cuidadoras, pero evidentemente sólo el ejercicio en el tiempo me fue enseñando a cuidar de un tercero (enfermo).
Ah, sí. Me estoy mandando la parte de lo buena madre que estuve siendo estos días.
Pasa que me gusta encontrarme contenta en ese rol, en esa faceta cuidadora de niña enferma, sin caer en la cantinela de la queja.
Me gusta sobre todo descubrir que, más allá de las horas de vuelo acumuladas (o gracias a ellas), basta con ajustar un par de tuercas (entrega + confianza) para hacer de una situación normalmente incómoda una experiencia sanadora...
Para ambas.
¿Cómo viven ustedes esta circunstancia? ¿Cómo arrancaron sus hijos el invierno? ¿Alguno ya apestado? ¿Miran hoy el partido?
Cama y guión intervenidos por niña (que mira tele) y gato
Ella dibujando. Gatito vive estresado
PD:Como siempre, para escribirme por privado, me encuentran en inessainz@msn.com
PD2: Se nota que desconecté del mundo exterior porque ni me acordaba que hoy había partido de Argentina. ¡Feliz, partido!
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