Papá. Ser papá. ¿Cómo viven hoy los hombres la paternidad? ¿Cómo viven el parto, la puesta de límites? ¿Cuáles son hoy los mayores desafíos de este vínculo?
Pero antes de presentar a nuestro primer entrevistado padre, corresponde que retrocedamos un par de pasos y hagamos un brevísimo preámbulo.
De un tiempo a esta parte, ha sido tal la multiplicación de voces maternales que hay días en los que me pregunto: "¿habrá algo más por decir? ¿Habrá algo que aún no se haya dicho?" Y sobre todo, cada vez más, siento la necesidad de darle (más) lugar al punto de vista de los otros protagonistas de la familia: padres e hijos.
Seguramente los padres ya tengan sus propios espacios y yo todavía, ni enterada (así como durante un par de años viví enfrascada, no conociendo prácticamente otras madres que escribieran acerca de su maternidad). De momento, me dieron ganas de empezar a entrevistarlos.
Y el primer padre elegido fue Darío Sztajnszrajber.
Profesor de Filosofía (FLACSO y UBA), conductor de Mentira la verdad (Canal Encuentro), autor de ¿Para qué sirve la Filosofía? (Editorial Planeta), conductor y columnista en radio, y filósofo en Desencajados, filosofía y música, espectáculo que viene haciendo junto a Lucrecia Pinto. Pero, ante todo, y el motivo por el cual elegí entrevistarlo: padre de María (16), León (8) y Teo (3).
-De chico, de adolescente, ¿tenías el deseo de ser papá?
-Sí. Mucho. De muy joven, ya en la secundaria, era un deseo que estaba presente. Incluso tenía la fantasía de ser padre joven. De tener un hijo en el secundario, a los 19 años.
-¿Y era algo que hablabas con tus amigos?
-No, con mis amigos, pero sí en todos los vínculos amorosos en los que me metía era un tema que salía, no seriamente. "No seriamente" porque no me devolvían la pelota con seriedad. No tuve nunca a alguien que a partir de ese primer comentario mío ("wow, qué interesante sería ser padre a esta edad"), me dijera: "ah, a mí también me gustaría", sino al revés, me huían. Pero no sé por qué siempre tuve esa fantasía muy fuerte de pensarme como un padre muy joven, en una relación muy cercana generacionalmente con mis hijos. Y la otra fantasía era ser padre solo. Me veía como un padre soltero o viudo. Y de muchos. Tenía ese tipo de arranques de la imaginación.
-¿Padre joven, solo y de muchos?
-Era una época en la que me había pegado mucho la película Kramer vs. Kramer, en la que una pareja se separa y él (el personaje que interpretaba Dustin Hoffman) tiene que quedarse con su hijo y tiene que aprender a ser padre.
-¿Cómo viviste los partos? ¿Hay algo en común que puedas destacar de las tres experiencias de parto que tuviste?
-En común, nada. Cada parto fue singular. Los tres partos han tenido que ver con el momento en el que yo vivía. En ese sentido, creo que todo lo que hacemos no puede escindirse de una situación macro. De alguna manera, recordando y releyendo los partos, me releo a mí mismo en ese momento. Son momentos límites que expresan situaciones que uno estaba viviendo a otro nivel... En los tres partos estuve.
-¿Los presenciaste?
-Sí. En los tres viví algo que a veces se dice y por ahí queda de costado: la sensación de recibir al hijo. Para mí fue my fuerte ese momento. Ahí fue cuando sentí mi lugar de padre, que es cuando el médico, el obstetra o quien sea toma al hijo y te lo da.
-El pase de la pelota.
-El pase de la pelota. Es la sensación de que te lo dan y de que vos iniciás. El inicio te toca a vos. La primera caricia. La primera intervención sobre el cuerpo del chico. Para mí fue muy importante en los tres partos ese momento.
-¿Y cuál fue tu miedo más recurrente al comienzo?
-Mi miedo más recurrente era a que se mueran mis hijos. Al día de hoy, a mi hijo de 3 años, cuando yo llego tarde y él está durmiendo, yo me acerco a ver si respira (se ríe). Al día de hoy. Tres años. Grave, ¿no?
-¿Sentiste en algún momento miedo o presión por tener que ser el "proveedor material"?
-No. Para mí lo material es una condición básica de mi existencia. Yo primero, en todo lo que hago, intento encontrar una estabilidad material para después poder hacer lo que quiero. Muy anti-bohemio en un punto. Y lo de ser sostén nunca fue problema. En realidad, nunca sentí que yo fuera el único. Siempre me sentí acompañado por mis parejas.
-Si tuvieras que elegir 2 fotos, 2 imágenes de tu paternidad, una de desborde, de estar perdido, y otra de conexión o goce, ¿cuáles serían?
-Una foto de estar perdido, que de alguna manera se contrapone con mi fantasía de ser padre solo y joven: ni bien me separo de la mamá de María (mi hija mayor), me recuerdo en la plaza de Barrancas de Belgrano, absolutamente angustiado y perdido, consciente de que tenía que hamacarla. María me decía "hamácame". Yo lo único que quería era: o morirme o irme a vivir a Marte o que viniera Dios y me salve... porque estaba perdidísimo... y ese "hamacarla" me conectaba con la realidad. El pedido de María, con 4 años, diciéndome "hamácame" era lo único real en medio de aquel derrumbe.
-Y una foto muy feliz es la sensación de desborde, de caos, en mi casa. Ya mis tres hijos haciendo de mi casa Vietnam 1972. Bombas que caen, corriéndose entre ellos, la grande gritando... pero todo con mucha felicidad. Al no vivir juntos, cuando María, que viene una vez por semana, llega y conectamos los 5, se produce un momento de mucha circulación de alegría.
-¿Te considerás un papá que sabe o supo poner límites?
-No. Lo vivo como un problema grave. Si hoy tuviera que elegir un problema a lo largo de mi paternidad, sería ése. No soy de poner límites, casi en ninguna actividad. Como docente tampoco. Siempre aposté a que la transferencia docente con el alumno pudiera más que los límites y me salió bien, entonces supuse que en mi casa era lo mismo y no, me equivoqué. No hay transferencia docente con un hijo.
-¿Qué sería exactamente "transferencia docente"? ¿Podés explicarlo de una manera simple?
-Generar un vínculo con el alumno que haga que el alumno venga a tu clase con deseo. Está el deseo abierto. Pero con el hijo es todo lo contrario. El hijo no viene a tu clase. Está en tu casa y es al revés la relación. Tardé en darme cuenta de esto. Y, además, con toda una idealización del no-límite y de la posibilidad de que los hijos se fueran dando cuenta por sí solos, a partir del diálogo, llegué a momentos jodidos. No puntuales, pero me daba cuenta de que los chicos no iban reconociendo -en situaciones concretas- límites necesarios. Pero mi problema es otro, mayor: que yo soy consciente de eso. Y como soy consciente de eso, me voy al otro extremo. Me vuelvo gritón, hiper autoritario. Exploto. Al no ponerle los límites que hay que ponerles, y la cosa se desmadra, entonces me saco y me voy al otro extremo.
-¿Para vos un chirlo es un recurso válido?
-No, obviamente que no. Me ha pasado, en algún que otro momento, en una situación de explosión de alguno de mis hijos, de agarrarlo y sentarlo a la fuerza, pero nunca un chirlo. Tampoco me pegaron a mí de chico. Las 2 veces que me pegaron me las acuerdo. Porque fueron 2 veces. No es un recurso en el que crea, no creo que sirva como recurso de castigo, de educación. Otra cosa es un hijo sacado al que vos agarrás y sentás en una silla para que se calme.
-Para concluir, ¿cuál fue para vos el mayor desafío de ser papá?
-Sólo con los hijos se empezó a resquebrajar la sensación de estar cerrado sobre uno mismo. Los hijos son los únicos que han podido, por suerte (y por eso los celebro tanto), más que yo. O sea, por un hijo, yo me retiro. Ese es el tipo de amor en el que yo creo. Yo no creo en un amor en el que uno gana, sino en un amor en el que uno pierde. Para mí amar es retirarse. Para que el otro sea. Y eso cuesta mucho en los vínculos de pareja, en donde termina siendo lo contrario, uno termina poniendo expansión propia, o bien lo terminás llevando al plano del acuerdo, del contrato.
-Pero con los hijos no hay acuerdos, por lo menos así es como yo lo entiendo. Ojalá pudiera tener ese tipo de devoción con otras personas. La consciencia de que hay alguien más importante que uno cuando uno está tan educado en el ego y el individualismo es muy fuerte, es subversiva. Nunca creí que iba a poder retirarme para que el otro sea. Tampoco es que lo haga todo el tiempo.
-También el hijo necesita que vos seas
-Sí, también necesita que vos seas. Yo hablo en términos ontológicos, generales. Después, obviamente, en una discusión en relación al destino de las vacaciones, se negocia. Ese es el modo como yo vivo la paternidad. Tampoco creo que la paternidad sea algo natural, algo que siempre ha sido del mismo modo. Soy muy consciente de que es parte de un momento, hay una construcción de sentido simbólico de lo que es ser padre muy propia de este tiempo.
''Con María, desde que es adolescente estoy en momento de mucho encuentro. De mucho diálogo''.
''Con León tengo mucha conexión con el fútbol. Ese plano es en el que se dio nuestra relación''.
''Con Teo tengo mucha conexión corporal. Jugamos mucho con el cuerpo''.
-Muchas gracias, Darío.
¿Qué piensan ustedes? ¿Alguna respuesta con la que se hayan identificado?
¡Que tengan un muy buen miércoles!
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