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De qué hablan los hombres...

La columna de Sebastián Wainraich





Hace algunas semanas, almorcé con dos chicas de la redacción de OHLALÁ! Ellas, por lo menos ellas, quieren saber de qué hablamos los hombres cuando las mujeres no están. Es probable que todas quieran saber eso. Y es probable que se decepcionen; hablamos de lo mismo que ustedes. Pero a los temas les dedicamos otros tiempos. Por ejemplo: si un amigo llega y dice que la mujer está embarazada, todos explotamos de alegría. Nos damos abrazos, palmeadas, hacemos chistes tontos ("por fin la pusiste", ¿"quién se la cogió, boludo"?), preguntamos si quiere un nene o una nena, qué nombre le pondría y no mucho más. A lo sumo, los que ya son padres le dan consejos y estrategias para vivir/soportar/ser feliz en los nueve meses que vienen. Y listo. No nos recomendamos ginecólogos, ni obstetras, ni clínicas, ni sanatorios, ni cursos de preparto. Y ahora me doy cuenta de otra cosa: ni preguntamos cómo está la mujer.
Con otra atención escuchamos al amigo que cuenta que está en plena aventura sexual: es al que más se lo escucha. Queremos todos los detalles. Las posiciones, qué hace ella, qué le gusta, qué dice en la cama. "¿Tenés una foto para mostrarnos?" "¿La filmaste?" "¿Es casada?" Estas preguntas sólo corren cuando la relación de nuestro amigo es sólo sexual. A la hora del amor o la pareja (no siempre es lo mismo), no se profundiza en el tema. A lo sumo preguntamos cada cuánto tiene sexo. Y en lugar de hablar en serio, terminamos haciendo chistes.
Hablamos de fútbol, por supuesto. Del pasado, presente y futuro. Jugadores, goles y campeonatos. Nos batimos a duelos: "¿Te acordás de quién atajó en Racing en el 95?" "¿Quién le hizo el gol a Brasil en el amistoso de la era Passarella?" Hablamos de política y de tecnología. De cine. De mujeres famosas. "¿Sabés a quién le daría?", pregunta uno, y tira un nombre impensando ya sea por su edad o por su perfil y todos a coro decimos: "Seeeeee, es verdad".
A veces, los hombres estamos juntos pero no hablamos. Jugamos a la Play o al ping pong. Perdón, hablamos. Pero hablamos sobre eso que está pasando. El que gana le hace burla al que pierde. Sí, somos niños otra vez. Se puede llegar a hablar de la infancia, de autos. De música. De trabajo, por supuesto. "¿Cómo te está yendo?" "¿Te gustaría cambiar de laburo?" "¿Hay alguna mina que esté buena?"
Si un amigo trae un problema familiar, se lo escucha. Y pronto saltamos a otro tema. Le escapamos al dolor. Si otro nos dice que la mujer lo engañó o que se va a separar, lo escuchamos, pero no opinamos demasiado: miedo a que vuelva con la mujer. A ese amigo se le consigue un lugar para dormir. ¿De qué más hablamos? Por supuesto, de tetas y de culos. Siempre. ¡¡¡Y de pitos!!! En chiste (¿o no será tan chiste, Freud?), hablamos de cómo la tenemos, de cómo nos gustaría tenerla, de cómo se nos para, para qué lado. Hablamos mucho, los hombres, cuando estamos juntos. Por eso, cuando volvemos y nos preguntan cómo la pasamos, ya no tenemos ganas de hablar ?

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