Desprogramada

30 de julio de 2010 • 12:21

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Que alguien detenga la lluvia y no me deje encerrada solita repitiendo el mantra dulce-salado-dulce-salado-dulce-salado-dulce-salado hasta el atardecer del domingo. Mi programa de mañana (un asado en Pilar que al menos incluía unos side orders de ensaladas y tiempo para charlar e interactuar con otros seres humanos) vino con un mail y un gran SUSPENDIDO en el asunto. No por lluvia de todas formas sino por un viaje relámpago de uno de los invitados homenajeados. ¿De dónde saqué la expresión "viaje relámpago", Dios mío? ¡Que antigüedad! Debe ser el clima que me inspira.

Hoy que podía llegar a la agencia un ratito más tarde y encima abusar del casual Friday que se practica acá (y que es en definitiva luz verde para cualquier disfraz entre los empleados), me despertaron los vecinos del A en plena mudanza. Juraba que era la mitad de la noche pero cuando miré el reloj ya eran las 7 y toda esa horita y media extra que pensaba tomarme la perdí escuchando las conversaciones de los fornidos muchachos que entraban y salían dando fuertes portazos. Pensé en salir hecha una loca a los gritos en mi joggineta inamovible. Me abstuve; no tanto por mi reputación sino por el frío y el divinor absoluto de quedarme bajo mi edredón, aunque sea despierta.

Armemos listado de programas invernales fuera de casa.

Que no involucren necesariamente capuchinos con crema y medialunas recién horneadas, tener auto ni un novio.

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