Tomé coraje y lo hice. Después de tantos amagues de "mañana voy, pasado voy". Puse el reloj a la hora que lo ponía cuando iba a la secundaria. Me costó casi lo mismo levantarme.
Me lavé la cara con mucho agua fría, cepillé mis dientes y en ayunas, me fui. No, no eran análisis, era el pasaporte.
Cuando llegué a Azopardo vi una pequeña cola y dije: "qué bueno! No era para tanto! Claro, el tema es que la pequeña cola llegaba hasta la esquina, después venía la súper cola que llegaba hasta la otra esquina donde doblaba y seguía hasta la otra esquina. Menos mal que las manzanas sólo tienen cuatro, pensaba.
Fotocopias, formularios, letra clara, "con este número te llaman"...
Mi marido me compró una Cindor y un alfajor Terrabusi y salió el sol en mi día. Qué rico! La espera no fue tan grave después de eso.
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