
Bue, ahora con más tiempo, más relajada, sin corridas, les cuento lo hermoso que salió todo. Un sueño, un poroto.
Los días previos al casamiento, días de 30 grados, sol insoportable y playa. Muchos empezaron a decirme que el pronóstico decía que para el viernes iba a hacer 11 grados.
Decidí no dar bola y seguir confiando. Hasta que me levanté el viernes a la mañana.
El viento, la lluvia y el frío eran de un típico día de agosto.
No podía creerlo. Luis estaba serio, no hablaba. Me fui a la peluquería. Salí con mi campera de capucha y nos fuimos para el lugar.
Como es lejos de Bariloche, quedaba la esperanza de que allá esté lindo. No. Estaba igual pero sin llover.
Sólo un milagro podía cambiar el día. Pensaba en los invitados, en los que hicieron tanto quilómetros para estar ahí. "Qué justo" pensaba (con otras palabras mas soeces, claro).
El momento en el que mi hermano me dice "vamos a casarte, nena", fue groso. Subí con papá al auto, despacito fuimos acercándonos y en el momento que se abre la puerta para que baje empecé a sentir el calorcito en mis brazos...Salió el sol!
Un milagro. Salió el sol y no se fue más.
El día más feliz de mi vida.
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