A la hora de decir cortar una relación tenemos que tener en claro el límite que queremos poner, cómo vamos a hacerlo y cuándo - Créditos: Corbis
Por Eduardo Chaktoura*
Especial para RevistaOHLALA.com
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No es fácil decir "basta". No suele ser tarea sencilla, más allá de reconocer la necesidad de poner un límite, poder comunicarlo y sostenerlo en tiempo y forma.
Cada quien, con su estructura y estilo de personalidad, sabrá identificar en qué instancia del proceso se detiene la posibilidad de decir "hasta acá llegamos" o "esto no va más". Estarán quienes nieguen la situación, quienes se crean merecedores del "es lo que hay", quienes no sepan cómo expresar lo que sienten y necesitan. O, los que logran decirlo, pero van y vienen seducidos por el perdón o el temor a la pérdida, los que perseveran en la decisión pero, consciente o inconscientemente, sienten que, después del corte, todo irá de mal en peor...
El límite, más allá de la liberación, suele implicar incertidumbre, culpa, temor a la venganza, miedo a la exclusión. No todos podemos entender que puede haber "costos" que, aunque dolorosos, son el camino directo al cambio. Aunque sea alto el "precio" que creamos o debamos pagar, en definitiva, nada vale más que el respeto por uno mismo.
El límite es una decisión, una elección, tomar conciencia de los umbrales de tolerancia; un acto del que debemos hacernos responsables, siempre. Como en todo proceder donde hay un "otro" involucrado ayudará toda estrategia saludable que podamos poner en juego para conseguir el objetivo y reducir, en la medida de lo posible, el impacto de la noticia y sus derivados.
Como en toda comunicación eficaz, también a la hora de "decir basta" debemos tener muy en claro qué límite queremos poner, cómo vamos a hacerlo y cuándo.
El "qué" es la esencia de la encrucijada. Muchas veces decimos que NO sin saber por qué o desplazamos el NO a otras situaciones, en lugar de poner los puntos en relación a lo que verdaderamente NO queremos más para nosotros. Es importante que tengamos en claro cuáles son las causas del límite, así como los motivos de atribución. "NO quiero que sigamos juntos porque ya no siento lo suficiente" no es lo mismo que decir "NO quiero que sigamos juntos porque ya no sos el mismo".
Si fundamos el NO en causas poco claras, evasivas o caprichosas; si no nos hacemos cargo del verdadero motivo, el límite seguramente pierda, a largo plazo, su verdadero efecto sanador . Es como el "perdón" no sentido.
Aunque en algunos casos vale más la posibilidad de concretar el corte, más allá de los verdaderos motivos, en algún momento debemos hacer el duelo haciendo foco en los auténticos causales del cambio de estado o relación.
En el límite no hay que autoengañarse ya que sería como limitarnos a nosotros mismos. Es fundamental, insisto, al menos íntimamente, saber qué es lo que verdaderamente no queremos más para nosotros.
Luego habrá que ver qué diremos para hacer efectivo el corte y cómo haremos para comunicarlo. Desde ya que cada situación merece un cuidado especial (no hay reglas ni códigos universales, así como ninguna relación es igual a otra), pero, por lo general, se sugiere ser lo más preciso y respetuoso posible con uno y con el otro. Es fundamental no ser ambiguo o promover ese "doble discurso" que no hace más que aportar confusión y enmadejarlo todo mucho más.
El "cuándo" completa el triángulo de la eficacia. No siempre es el momento indicado aunque, no por eso, resulte ser que nunca encontramos el momento oportuno y el límite nunca llega.
Enfrentar el "momento", según creemos, termina siendo el último y gran obstáculo a sortear. Así como en tantas otras situaciones, tal como ya hemos anticipado, solemos olvidarnos del "duelo" tan necesario. Cuando ponemos un límite, así cuando alguien ya no está, todo se modifica y debemos acomodarnos a la nueva escena.
En definitiva, no sólo es decidirlo; pensar qué, cómo y cuándo; ser sinceros y estrategas; sino que debemos entender que con el "basta" ya no todo será igual.
Ser fieles a nuestro auténtico proyecto personal es la mejor y mayor evidencia de haber alcanzado la vida adulta. La libertad responsable es, a fin de "cuentas", el mejor regalo que podemos hacernos. Así como dijimos en un principio, no siempre es fácil. En caso de ser necesario, siempre hay alguien que podrá ayudarnos a dar el gran paso.
*El autor es psicólogo y periodista, autor del libro "30/40, la gran oportunidad" (Paidos)
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