

Créditos: Julia Gutiérrez. Producción de Puerco Boutique Creativa.
Es cierto que lo más común es que las mujeres seamos las "maniáticas" de la limpieza, pero, aunque parezca increíble, ellos no se quedan atrás y cada vez son más los hombres que suelen presentar algún tipo de obsesión por mantener el orden y tener todo impecable. Quizá te haya pasado en algún momento –o incluso te está pasando– o conozcas a alguna amiga que esté atravesando una situación parecida. Y si bien hay que decir que está buenísimo convivir con un hombre ordenado –¡muchas rogarían que su pareja lo fuera!–, cuando el tema se pone un poco denso, convengamos en que puede ser una señal de un problema en puerta. Porque lo que al principio empieza como un reclamo casual o un simple comentario al pasar cuando la pila de la ropa sucia amenaza con taparlos, si se repite a diario, puede convertirse en algo que moleste, genere roces y termine en peleas constantes que no sepas cómo cortar. ¿Estás conviviendo con un freak del orden y la limpieza? Averigualo.
SITUACIONES S.O.S.

Créditos: Corbis
Él no puede evitar pelearte cada vez que estás en offside. A vos te encanta innovar en la cocina y sorprenderlo con alguna receta, pero no podés evitar –¿quién puede?– que la mesada quede sucia, que se caigan algunos ingredientes al piso o que la salsa salpique los azulejos, además de dejar un tendal de platos, cacerolas, cucharas y cucharitas apilados para lavar. A vos no te molesta, es más, muchas veces, dejás todo así hasta el día siguiente porque estás cansada. Pero él, ¡ay!, detona mal cuando ve eso y se pone a limpiar todo frenéticamente. Resultado: en vez de disfrutar de una rica cena los dos, se terminan peleando. Y lo que para vos iba a ser un plan perfecto, se desmorona cuando le hacés la segunda secándole los platos que él se empecina en lavar a la madrugada.
Él se pone de muy mal humor cuando no encuentra todo en su lugar. Los dos salen a trabajar muy temprano y –es casi lógico– no hay tiempo para hacer la cama, lavar las tazas del desayuno o barrer el piso. A vos mucho no te preocupa, pero si él llega a casa y se da cuenta de que todo a tu alrededor sigue tal cual lo dejaron a la mañana, uf..., ¿quién lo aguanta? Y apenas llega se pone a pasar la aspiradora, aunque sean las 8 de la noche..., ¡mientras vos te atrincherás en el sillón para que no te aspire una pierna!
Él se convierte en un "sargento del orden" y te persigue maaal para que acomodes tus cosas. Y sí, a veces, en esa banqueta de tu pieza se van acumulando camperas, pañuelos, carteras, un pantalón y varias remeritas. Él simplemente no lo soporta, porque su placard y su ropa están siempre inmaculados –¡y ordenados por colores!–. Las primeras veces, guarda tus cosas y te dice: "No puede ser que tengas todo tirado". Pero un día se cansa y pone todas tus pertenencias de tu lado de la cama para que no te quede otra que ordenarlas.
¿Qué hacer?

Créditos: Corbis
Lo primero que hay que hacer es identificar si él se está yendo mal de mambo, porque ahí ya deberíamos hablar de un trastorno obsesivo compulsivo, o si simplemente es así porque tiene una personalidad con tendencia a la perfección, poco flexible y que no tolera delegar. También puede ser que no esté atravesando su mejor momento –una crisis personal o laboral– y se obsesione con la pulcritud, como otros lo hacen con el cigarrillo, la comida o las compras compulsivas. Si es así, te damos algunos consejos:
Pongan en palabras lo que está pasando. Si hablan del tema y él logra entender que sus conductas obsesivas están generando un malestar continuo en la relación, es más fácil que intente modificar sus actitudes.
Bajen el nivel de exigencia. En ninguna casa todo está perfecto las 24 horas del día –menos aún si hay niños–. Pedile que se comprometa a bancarse que a veces nada esté impecable y que otras se aguante que sean vos o la persona que los ayuda quienes se ocupen del orden y la limpieza. ¡Que intente delegar, aunque le cueste!
Sumen actividades placenteras para desarmar sus estructuras. Salir de casa –¡y del epicentro del orden y limpieza!– ayuda a poner el foco de atención en otro lado y a desarrollar nuevos intereses. Sugerile que vaya al gimnasio, que haga algún deporte que le guste y lo relaje, o armen programas juntos como salir al cine o a cenar con amigos. Tener siempre las mismas rutinas inamovibles no suma para que él corte con sus rígidas estructuras.
Ojo ante su irritación excesiva con el tema. Por el simple motivo de que si su obsesión por la pulcritud lo pone de tan mal humor que llega al límite de los insultos verbales, la realidad es que, por más que no sea un TOC sino un problema de carácter, nadie merece bancarse eso. Y es un llamado de atención para que vaya urgente a terapia. •
Ellas nos cuentan cómo lo vivieron.
NATI GUTEN, 37 AÑOS, COMUNICADORA SOCIAL: "Cuando me mudé con mi novio, su placard estaba siempre más ordenado que el mío, al punto de dividir las remeras por colores. Y las sábanas de la cama no podían tener ni una arruga, ni podías apoyarte ahí con la ropa de todos los días. Me sentía perseguida porque ¡él no se relajaba nuncaaa!."
FERNANDA IGLESIAS, 42 AÑOS, PERIODISTA: "Creo que mi marido ya no soporta más mi desorden. Me mira incrédulo cuando atravieso una pila de camperas tiradas sin inmutarme. Y lo peor es ver su cara de mal humor cuando la casa no está impecable. Creo que me quiere un poco menos cada día, por culpa de este ‘problemita’ doméstico".
SOL REBAGLIATTI, 27 AÑOS, LIC. EN COMERCIO EXTERIOR: "Por más que venía una señora a limpiar tres veces por semana, él llegaba de trabajar y limpiaba ¡otra vez! Tampoco le gustaba cómo yo lavaba los platos o hacía la cama y se quejaba. Empezamos a discutir mal por estos temas hasta que se dio cuenta de que se estaba pasando de mambo... ¡y por suerte algo aflojó!".
Experta consultada: Lic. Alejandra Panizzo, psicóloga.
Y a vos: ¿te pasó? Contános si tuviste algún "inconveniente" de este tipo. Aprovechá para repasar otras notas como Él no sabe lo que quiere y Ya no tengo sexo, miro series
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