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El morbo de fotografiarnos desnudos

En el baño, en la cama, en plena actividad sexual; solos, en pareja, en grupo. Cada quién con sus fantasías, pero: ¿qué hay detrás de cada foto, cámara o chat al desnudo? Por Juan Yesnik




Créditos: Corbis


Por Juan Yesnik
Especial para RevistaOhlala.com
Esta nota habla exclusivamente de sexo; no contempla el debate entre lo público y lo privado; ni mucho menos plantear cuestiones de moralidad. Sólo intenta preguntarse y dar algunas respuestas a esta costumbre, para muchos "escandalosa", que tienen algunos hombres y mujeres de fotografiarse desnudos o mostrar sus intimidades en videos o "vía cam" por Internet.
Por lo pronto, quien disfruta de esta práctica goza de elevados índices de narcisismo y exhibicionismo. Cada quien sabrá cuánto los erotiza así como cuál es el límite que les pide el morbo.
Así las fotos no salgan del uso doméstico, el acto de posar y ser retratado denota la potencia que alcanza la fantasía rebelde de ser vistos y trasgrediendo las normas. Al que se exhibe le gusta trasgredir lo que para muchos es pudor o inocencia. El sexo es uno, sino el más placentero, de los escenarios donde poner en juego la provocación o el desafío. Es negociar, según el límite, con lo perverso, con lo "prohibido".
Las nuevas tecnologías y las redes sociales promovieron la práctica, ofreciendo un mercado donde todo ese morbo puede compartirse en forma instantánea; incluso, en vivo. Hay chats o páginas web donde la gente se muestra masturbándose o teniendo relaciones carnales mientras otros las miran, comentan y solicitan tal o cual posición. De poder confirmar estadísticas, seguramente, nos sorprendería la cantidad de adeptos que cada día suma este tipo de sexo virtual.
¿Cuál es el morbo de ser visto? Para muchos, recibir el reconocimiento de sus atributos y "talentos sensuales". Para otros, donde son evidentes los escapes a la norma en cuestión de tamaños y otras formas anatómicas, el sólo hecho de mostrarse, de que alguien los mire. Hay, por un lado, un extremo deseo de llamar la atención y, como respuesta, una poderosa dosis de excitación al sentirse observados. Aunque resulte paradójico, en la mayoría de quienes gozan de la exhibición hay notables niveles bajos de autoestima, autoimagen y aceptación.
Están quienes siquiera necesitan de un voyeur o de alguien dispuesto a participar de la exposición. Los moviliza al extremo el sólo hecho de que alguien, aunque no lo esté, pueda llegar a estar ahí, viéndolos, mirándolos, gozando con y gracias a ellos.
Esto demuestra cuánto de lo real (que alguien, muchos o pocos, miren) o de lo imaginario (la suposición de que alguien pueda llegar a mirarnos) está comprometido en lo que puede llegar a convertirse en un estilo de vida e, incluso, un severo trastorno sexual.
Debemos estar atentos en caso de que se cronifique el deseo de exhibirse. Muchas veces esta proeza sorpresiva y demandante deviene en cuadros de ansiedad y depresión. En estos casos lo que se juega de fondo es, paradójicamente, cierta inseguridad e inmadurez sexual o social.
Sacarse fotos o retratarse en video puede ser tan sólo un estimulante creativo para las parejas; pero todos sabemos que cuando algo se registra es porque se espera que trascienda de ese momento. ¿Acaso cuando solo lo hacemos como un juego de dos también estamos deseando ser descubierto por los otros? Esto ya es entrar en lo público y lo privado. Cada quién sabrá cómo y cuándo hacer el "click".

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