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En busca del tiempo exclusivo




Les pinto el cuadro. Lupe cargando bolsa (su bolsa) de la granja: milanesa y caras de papas; y madre cargando la suya de la verdulería: choclo, cebolla de verdeo, un diente de ajo y mandarinas (para madre e hija). Ambas, a solas, cargadas, apenas cargadas, volviendo en dirección al departamento. Ah, olvidé el detalle: era de noche. Y hacía frío como todas las últimas noches. Y algo más todavía: soplaba viento. Vientito de contra, en la cara, que despeinaba, que revolvía todas las mechas (largas) de hija (madre está casi rapada).
Cuestión que no había nada mejor en ese momento que apurar el paso y llegar a casa, pero en eso me acordé de algo. Podía haber algo mejor.
Detuve la marcha y le tiré a hija:
-Vamos para allá -señalando en dirección a la Avenida.
-¿Para qué, mamá?
Entonces me agaché y como una niña confiándole una travesura a su amiga, le secreteé al oído:
-Vamos al kiosco a comprar chocolate.
Pese a la cortina de mechas que la tapaba, pude apreciar su sonrisa. Pude ver sus ojitos refulgiendo, como si pensara: "mamá, no podrías haber tenido mejor idea".
Dicho y hecho. Compramos el chocolate más pecaminoso. No voy a decir marca para que no piensen que es chivo, y volvimos. Enérgicas.
Y ya de vuelta me encontré pensando: ¿mañana escribo acerca del chocolate y el invierno? Tengo mi buen historial en relación a este alimento (¿alimento?), a esta delicia culinaria. Bariloche, Mamuschka, los Lindt que me regalaba mi ex cuñada y abuela de hijas de Suiza, los "botines de guerra", así llamaba mi mamá a un bolsa que era un escándalo de dulzura, que ella nos compraba antes de mirar una película.
Y seguía dándome máquina, ya en la cocina, con Lupe abriendo heladera, trayéndome la cebolla de verdeo, poniendo la mesa (¿les conté que su hermana no estaba?) cuando me di cuenta: "¡No tenemos aceite! ¡Salgamos!"
Ella corrió a ponerse la campera y en segundos ya estaba lista. Bajamos, de nuevo el viento, ella diciendo: "ay, mami, mami, tenemos que comprar aceite". Yo pensando: "¿escribo sobre el chocolate o escribo sobre ella? ¿Sobre ella?" ¿Y me creen si les digo que en ese exacto instante en el que estoy saboreando el escrito, ella me aprieta la mano y me dice: "Te quiero". Así, sin firulete, espontáneo.
Recién ahí pude entender que no sólo quería hablar de un momento de conexión con mi hija más chica, sino volver a reflexionar acerca de esos tiempos exclusivos, de exclusividad, que todos los padres deberíamos darles a todos nuestros hijos... pero sobre todo a los segundos y de ahí en adelante.
Todos los hijos, pero sobre todo los segundos, terceros, cuartos, quintos, deberían (deberíamos, me incluyo como segunda hija que soy) tener el derecho a reclamar ese tiempo a solas, ese tiempo en el que madre o padre puedan dedicarse especialmente a ellos, exclusivamente a ellos.
Y no es que haya que hacer la oda al hijo, ni siquiera hay que salir a "malcriarlos" o hacerles un especial mimo (lo del chocolate también se me hubiera ocurrido con la hermana presente), pero esa sola circunstancia, de dos, o de tres -en el caso de que estuvieran madre y padre- es una circunstancia que habilita otro juego, otra complicidad, otra dinámica... que me consta (creo que los momentos más nutritivos con mis padres han sido momentos de esos) Lupe necesita y agradece.
...
Cuadro final, para no dejarlas con las ganas:
Lupe a mi lado, en la cama, ya son las 11 y monedas, ella mira un capítulo de Ositos Cariñositos, yo soplando té caliente en mis manos. En una taza.
Al rato pidiéndole a hija un trocito. Vieran o importante que se siente administrando sola el chocolate.
Cuando me lo da, me aboco a lo primero que imaginé, a lo primero que deseé cuando esa noche pensé en comprarlo: lo meto en mi boca y acto seguido, un sorbo de té tibio. Mmmm.
Me pierdo en esa textura se-do-sa que genera el encuentro del té tibio-y-chocolate en la boca.
Rico, rico.
...
Por supuesto, a los segundos mi hija está metiendo su chocolate en mi taza, con la mano, mojando las puntas de los dedos, así, bien chancha.
-A ver cómo se siente.
(De tal palo... )
Chocolate y té tibio

Chocolate y té tibio

¿Qué piensan ustedes? ¿Dedican tiempo exclusivo a sus hijos? Sin hermano o en el caso de madres con un único hijo, sin el padre. Y ya que estamos, inevitable: ¿les gusta el chocolate? Qué pregunta (¿a quién no?) ¿Cuál fue el chocolate -y la circunstancia- más disfrutado?
PD: ¡Buen miércoles! Como siempre, para contactarse por privado o por talleres, inessainz@msn.com o por FB

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