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En casa de herrero, cuchillo afilándose




"En casa de herrero, cuchillo de palo" me tiró la maestra de China en la primera entrevista que tuvimos. Venía de preguntarme por mi profesión y luego por los juegos que hacía con mi hija: "¿Me imagino que le contás muchos cuentos?"
- Mmm, no. ¿Sabés que no? Sí películas, pero te digo la verdad, me da una fiaca leerle cuentos. Y ponerme a inventar, no sé, no, no lo hago.
Ahí fue que ella citó el dicho popular en cuestión. Y algo de aquella observación me quedó rondando... y ya voy al grano, pero antes aclaro que si bien no soy de contarles a mis hijas cuentos, sí soy de indagar con fanatismo de detective cómo se sienten, a qué jugaron con sus amigos, qué aprendieron de nuevo.
Es decir, les estimulo el habla, la revisión de lo que vivieron y el registro de emociones y/o sentimientos... todo lo cual, ya saben, está en perfecta sintonía con mi trabajo, de las clases y del blog.
Sí es verdad que también tengo una veta de guionista de ficción en stand-by, no en huelga, sino que simplemente no he tenido –en este último tiempo- mucha oportunidad de volver a jugarla... como quisiera.
Y hete aquí que, como les decía, evidentemente la observación de la seño (+ la charla con otra amiga) me quedó dando vueltas, porque anteanoche, al acostar a hijas, pensé: "¿Y si les invento algo? ¿Acaso no es un cuento una maravillosa herramienta de reparación y reordenamiento?" ¿Reparación?! Me refiero a que estoy en una época donde debo asistir con énfasis el procesamiento de los cambios, por parte de mis nenas. De los cambios y de todo lo previo al gran movimiento que significó la separación de sus padres. Entonces: ¿acaso contar un cuento no es una manera de llegar profundo al alma y brindar herramientas vitales?
Sí, ya sé, ya el hecho de que yo madre esté ahí, en la oscuridad de la noche, rompiéndome el coco para crear un mundito-colorido-interesante de la mismísima nada de mi cerebro durmiéndose, ya ese sólo hecho... repara, entusiasma, alegra.
Y eso hice, ah, sí. Me lancé de lleno a improvisar no 1, sino 3 cuentos. El del sapo Sebastián, el de la nena Marina... y el de la gota de lluvia, mi favorito, que cuenta la historia de Manola, una gotita que se separa de su familia para caer a una ciudad, atravesar destinos inéditos de gota solitaria, algunos ariscos, otros amables, y finalmente terminar en el río... para reencontrarse con los suyos y evaporarse.
Cuentos. Contando cuentos. Quién lo hubiera dicho. Ya me van a decir: "escribilos". No por ahora. Por ahora quiero que sean para mis hijas, narraciones íntimas que vayan cobrando vida en la medida en que ellas y sólo ellas me lo pidan.
¿Cuentan cuentos ustedes? ¿Les gusta leerlos o se aburren como quien suscribe? ¿Inventan? ¿Recuerdan algún cuento que sus padres les hayan leído o contado muchas veces de chicos? ¿Algún cuento que recomienden?
PD1: Gracias por todos los mensajes o emails de aliento que recibí por privado. No tuve tiempo de responder todo, pero sí lo he leído y me ha hecho mucho bien hacerlo.
PD2: Los que quieran agregarme como "amiga" en FB, me encuentran en Ine Sainz . Y los que quieran sumarse a los talleres presenciales, todavía quedan un par de lugares: Ablandar la mano

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