No me gusta enojarme mucho públicamente, intento moderarme las más de las veces. Me apasiono de lo lindo y luego me da entre culpa y vergüenza. Me siento expuesta.
Pero ayer no pude evitarlo. Ya hace una semana que venía padeciendo el morboso espectáculo de los "serruchadores" empedernidos y cuando volvía de regreso a mi casa, zas, el árbol de la esquina cortado desde el vamos, bien desde abajo.
Me dolió mucho. No sólo sentí enojo por la poda sin criterio (si es que a eso puede llamársele poda), sino que además me sentí responsable. "¿Cómo puede ser que todavía no hayas abierto la boca, Inés, sólo por miedo a parecer una loca?"
Y entonces todo salió junto y como diría mi padre: a la bartola. Vine al bar, llamé al 147, escribí veinte comentarios iguales, me metí en el facebook... "Alguien me tiene que escuchar, a alguien le debe doler igual que a mí que estén abusando así de los pobres árboles", pensé.
Y así fue.
No sé si soy ecologista o qué, no lo tengo muy en claro. Sólo que los árboles me llegan, me gustan, los aprecio, los valoro, los siento y los agradezco. Me gusta caminar bajo su sombra, respirarlos, verlos, estar junto a ellos. O sea: entiendo que haya que podarlos, pero que se haga a conciencia y con criterio, no de cualquier manera.
Y no es sólo un asunto sentimental, sino una causa ideológica de peso.
Uh, qué plomazo, ahora pretende que dejemos los celulares y andemos por las calles caminando en taparrabos. No, tampoco el extremo. (No sé si lo del taparrabos es el mejor ejemplo.) Pero sabemos que cada época viene a echar un pelín de luz sobre la conciencia colectiva, y así como ya no nos tiramos al sol a tostarnos cual lagartos, ni los maestros le pegan a los niños en el colegio (y la lista de es larguísima...), estaría bueno que empecemos a escuchar a los descocados que vienen pidiendo un poquito de piedad para el Planeta.
¿Tienen ustedes algún grito atragantado, algo que no se hayan animado a expresar "in situ", en el momento, por el miedo que sea?
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