
Si ya estás metida hasta el cuello, lo primero es que aceptes la situación. Llegaste a este punto sin malas intenciones, seguramente, entonces no te castigues. Porque eso no arregla nada. Si tenés culpa, tomala como un Post-it en tu vida, algo así como un ayudamemoria para no volver a pasar por lo mismo. Si no tenés culpa, es normal también. Muchas veces creemos que la infidelidad no trae consecuencias y, en pleno amorío irrefrenable, tu marido no es una víctima, sino un participante de otro juego. Pero si llegaste a una situación en la cual la disyuntiva te está matando, entonces es ahí donde se abren los dos caminos, no te queda otra que pararte frente al Stop. Para dónde seguir. Preguntátelo. La infidelidad, como cualquier crisis, es una oportunidad. Ahora, tenés la posibilidad de plantearte qué relación construiste, cuál querés y a quién querés al lado.
Muchas veces, el engaño sirve para decir: "Hasta aquí llegamos"; otras, para disparar un pregunta clave: "¿Te vuelvo a elegir?"; y otras, para indagar en vos: "¿Quién soy, qué deseo?". Algunas mujeres quieren todo: quieren al marido y al amante, ¿por qué no? Quieren al papá de sus hijos, compañero de tantos años, y a ese novio eterno que siempre nos sorprende. Es válido, pero sabé que la que quiere la chancha, la cría y la fábrica de hacer chorizos tendrá que lidiar con la multiplicidad de vidas, sensaciones y compromisos. Sin duda, se necesita cierta habilidad malabarista. También podés ser de las que quieren uno solo, pero no saben cuál. Ya con saber eso diste un paso. Entonces, fijate qué plazo te podés dar para elegir.
Ahora, si descubriste (post aventura) que querés estar con tu marido, entonces problema casi resuelto. Ahí el tema será decirlo o no. Hay muchas versiones al respecto, y cada pareja (habrá que decirlo una vez más) es un mundo. Entonces, quizá lo indiscutible sea que propongas un espacio de terapia de a dos. Seguramente, tendrán más de un motivo. No es que en la primera sesión se lo vas a vomitar en la cara: "Estuve con otro". No hay que ser brutal. No olvides que, desgraciadamente, corremos con desventaja: la infidelidad femenina no está avalada socialmente como la masculina. Imaginate que si tu pareja va a contárselo a sus amigos, lo tildarán de cornudo. Ahora, si vos fueras la engañada, a los consuelos los gobernaría una máxima: "Los hombres son así, son animalitos sexuales, no pueden evitarlo". Por eso, al hombre le cuesta perdonar, porque descubre que él no es el único proveedor del placer de su mujer. Esta herida es material de diván y realmente ayuda la participación de un tercero (no en discordia) que los ayude a ver qué les pasó a ambos como pareja y como individuos.
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