
Sigo, chicas, aquí estamos. Con día de control y nada de ganas de movilizarme hasta el Italiano. No de fiaca, sino que todo el traslado (cunetas, pozos, empedrado) me causa muchas contracciones (un bajón). Pero bué, pediremos un taxi con buena amortiguación y que vaya bien despacio.
Y hoy, una consigna teórico-práctica, que -entre otras cosas- también se hacía en mis clases de danza: ¡No hablar de terceros por una semana! ¿Aguantan?
Bastante más complicado de lo que pensamos. ¿Será que el deporte de "sacar el cuero" está demasiado arraigado? "Sacar el cuero" o simplemente comentar algo (¡aún siendo bueno!) de él o ellos, los de afuera, los viejos, los amigos, los hermanos.
Como si para encontrarnos con nosotros mismos necesitáramos proyectarnos en otro escenario. Como si para reafirmar nuestro ego o personalidad (o no sé qué con claridad) fuera imperioso contrastarnos y diferenciarnos (o todo lo contrario) de Fulano y Mengano.
¿Cuánto tiempo les dedicamos? Aunque sean íntimos amigos, aunque sean nuestros hijos, aunque los queramos, aunque en el fondo les admiremos algo, no podemos evitarlo.
Estoy convencida, cuando las charlas de una pareja en otros se centran, zas, entramos en turbulencia. A veces, con los años (¿para sentirnos menos malos?) aprendemos a "sutilizarnos": "me encanta tal cosa (...) pero, salvo, sin embargo".
Yo intuyo muy rápido cuando de una sacada de cuero soy blanco. Lo huelo. Todos, en mayor o menor grado, lo hacemos.
¿Qué piensan? ¿Se animan a intentar no hablar de nadie por una semana? La idea es que, si necesitamos expresar cualquier cosa (mala o buena) de una persona, vayamos directo a ella.
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