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Volvía del súper con más bolsas de las que pensaba traer. Lo de siempre. Fui a comprar dos boludeces y me copé y agarré una cera para pisos flotantes, dos kilos de limones, una leche, un yogurt y un plumero. Al llegar a la caja me acordé que yo solita debía llegar a casa con el peso antes mencionado. Cual patovica fui caminando rauda para no perder el ritmo (ni mercadería por la vereda) y, antes de cruzar la avenida, un chico me ofreció un volante. Manos no tenía. Imposible hacerle la gamba de aceptarle su promo de recargar cartuchos. Te da culpa no ayudarlo a terminar de repartir pero tampoco la pavada. ¿Lo voy a agarrar con la boca?

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