Quedó grabado en mi memoria tu cumpleaños de 15, lo que vi y sentí ese día. Eras mi prima mayor y ese día estabas radiante. Llevabas puesto un minishort y una remera ajustados y floreados, de colores claros. Vestías provocativa y llamabas la atención de todos con tu risa fuerte y contagiosa. Yo parecía una viuda en miniatura, llevaba un vestido larguísimo negro y apenas me sentía elegante.
Te admiraba por tu audacia, tus gestos y semblante vivaces. Me gustaba tu larga y ondulada cabellera que acompañaba tus movimientos. Te miraba y pensaba que no estaría mal parecerme un poquito a vos, poder hablar con los chicos con naturalidad y gracia. Te envidiaba porque yo, en cambio, si alguno se me acercaba, no podía más que temblar.
Un tiempo más tarde nos enteramos de tu enfermedad pero creí que, como eras chica, pronto te recuperarías. En otra fiesta familiar te vi con el pelo corto. Tenías un peinado moderno y lo lucías con orgullo. Sabía que estabas luchando. Te acompañé en silencio, estabas en mis oraciones.
Un día, al regresar del colegio, papá me dio la noticia de tu anunciada pero tan pronta partida. Me eché desconsolada en sus brazos y lloré hasta quedar con la respiración entrecortada, como una nena.
Y pregunté ¡¿por qué?! Y fui más allá y arriesgué: ¡qué injusto! ¿Por qué a vos y no a mí? Si eras vos la que desbordabas de energía, si yo al lado tuyo vivía con miedo y parecía apagada. ¿Por qué tan joven? ¿Por qué no darte un poco más de tiempo? ¿Por qué me tocaba a mí quedarme?
Ese día juré honrar tu nombre, celebrando la vida, copiando algo de tu fuerza y alegría y agradeciendo por la increíble oportunidad que me fue dada, por este increíble regalo, que, nadie sabe por qué motivos del destino, Paulita querida, te fue quitada/o, tan temprano.
¿El nombre de quién les gustaría a ustedes honrar con su vida?
*Verónica tiene 35 años, es bibliotecaria y alumna del taller de expresión escrita de Inés.
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