"Y quiero decirles", agregó la directora del jardín hacia el final de la reunión de bienvenida, "a los padres que se quejan de la arena que no insistan, vamos a seguir defendiendo el arenero... porque son muchísimas las posibilidades de aprendizaje que los chicos tienen con ese elemento".
No se me había ocurrido pensar la arena en términos pedagógicos, no hasta ese momento... y ahora que miro detenidamente cómo mis hijas, hace unos 40 minutos mínimo, están llenando una bolsa de nylon con arena, descubriendo lo pesada que se pone de esa manera, haciendo montañas, tortas, buscando palitos para clavárselos, descubriendo de repente una uva perdida, usándola de frutilla... y en eso "mirá mami" y viene y me muestra 4 piedritas... ahora que las re-descubro tan compenetradas -como están- con este lugar/actividad, a ellas y otros varios niños, no puedo evitar recordar las palabras de la directora.
No voy a decirles que ya me siento "amiga del elemento", ni que cuando veo las manitos de mis nenas escavando la zona húmeda nunca pienso en los perros que hacen sus necesidades ni en los varios tipos de grela... (estaría mintiéndoles)... pero créanme que de golpe, porque sí, porque qué sé yo... de golpe empiezo a mirarla con otros ojos y pienso: "efectivamente algún mérito debe esconder para que los chicos se sientan tan atraídos (por ella)."
Luego indago, revuelvo en la memoria y entre los varios recuerdos primarios, encuentro:
Punta Mogotes. Alguno de los miles de veraneos. Estoy arrodillada cerca de la orilla con un balde con agua, hundo mi mano en el mismo y agarro un montoncito de arena (del fondo) que voy tirando afuera, de a poco... formando picos... como si tuviera una manga con chocolate derretido.
Segundo recuerdo (todavía más lejano que el primero): Un hombre, lo que se dice un hombre fanático y virtuoso, se ha pasado vaya uno a saber cuántas horas construyendo un auto. De arena, sí, de ella estamos hablando. Ya no estoy en Mardel, sino en San Petersburgo, Florida... y mi hermano, mi abuela, mi madre y quien suscribe lo miramos boquiabiertas, no dando crédito al espectáculo.
La arena. El tiempo. Ralladura de roca moldeable... Sí, definitivamente me gusta esto de ser madre y mirar, tratar de mirar un rato a través de los ojos despreocupados, y de volver a relacionarme con el entorno desde lugares más esenciales o básicos.
¿Ustedes cómo se llevan con la arena? (arenero y playa, por supuesto) ¿Y qué recuerdos primarios les trae?
La de la malla roja soy yo; ¿se llega a ver el auto?
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