
-El zen no es japonés. -dice Alberto Silva.
Estamos reunidos en una de las salas del centro de experimentación ZenBA, y el hombre que realiza esta afirmación tiene tantos títulos y conocimientos que no me animaría a contradecirlo. Alberto Silva es licenciado en Historia de la Cultura Moderna, en Filosofía Moderna, tiene un Master en Sociología y un doctorado en Letras y Ciencias Humanas, como también un Doctorado en Ciencias Políticas. La mayoría de sus estudios los cursó en La Universidad de la Sorbona, en Francia, también vivió en España. En ese país, en una zona rodeada de montañas, a principios de los 80 comenzó a traducir haikus. Los haikus son poemas japoneses breves en donde se expresan ideas profundas y sencillas. De esa forma se acercó al zen. ¿Pero qué es el zen? ¿Es una filosofía? ¿Una práctica?
-El zen es una experiencia completamente ligada a una práctica, pero de tal forma que es capaz de desarrollar un lenguaje, unas explicaciones, un punto de vista, pero siempre ligado a la experiencia. Tampoco es la crónica de lo que pasó, es una mirada, una definición del mundo que se proyecta a partir de la práctica. El zen se puede relacionar con muchas cosas, considera que se acerca a la experiencia de las personas en tanto comparte sus características culturales. Por una circunstancia histórica se piensa que es japonés. Es japonés en su origen, pero la cultura que lo atraviesa puede ser la nuestra.

Jardín Zen en Kyoto - Créditos: Corbis
Alberto Silva, filósofo, escritor, poeta, profesor, escribió libros en los que se interna en la poesía de Japón, y otros en los que percibe en forma de ensayo, desde su mirada occidental, el misterio del Oriente y la experiencia del zen. Quince años pasó al otro lado del mundo, suficientes para captar la manera japonesa de despojarse de lo superfluo y respirar en paz, en armonía con el entorno. Formar parte de un monasterio, y su interlocución con el referente del lugar, lo convirtieron en un erudito del tema. Hoy su misión es la de vincularlo a otras disciplinas. Hace unas semanas, la sala vacía en la que conversamos se llenó de gente que quería escucharlo junto al científico Diego Golombek.
-El zen puede decir, puede aceptar una conversación, siempre que la dinámica sea el centro de la persona, no algo que viene de afuera o que alguien me otorga, sino que yo busco y encuentro, con ayuda. Se transforma en un objeto de estudio para la ciencia, y como Golombek es una persona curiosa, se puede conversar con él sin discusión pero tampoco sin lejanía. Entremezclando argumentos, preguntas, dudas. El zen para acercarse a nuestra cultura tiene mucho que preguntar, probablemente tiene mucho por ofrecer, que es la propia meditación, pero una meditación en la luna sería ajena a la propuesta, o una encapsulada a un contexto ajeno, o tener una cierta predisposición de carácter, o desarrollar ciertos rituales. Los científicos están muy involucrados, dependiendo de los países están curioseando en el zen. En Estados Unidos la neurociencia, en Francia los psíquicos. A mí me pone contento que otras disciplinas se interesen. Pueden explicar a su modo, y prueban que no hay ningún secreto escondido, cuando hay un secreto hay alguien que tiene la autoridad sobre el secreto, que te lo explica, y te lo da según cumplas unas condiciones que la persona pone. El zen busca el bienestar de las personas a través de una conexión con lo propio de uno. "Tu me enseñas, yo te enseño, otros nos enseñan a nosotros". Por supuesto con un gran agradecimiento.
-Leí algo sobre sus comienzos en el yoga.
-Tuve mucha vinculación con el yoga, me fueron apartando dos cosas. Una, la relación de autoridad que se establece con el que está planteado como maestro, (cosa que en el zen que practico no se da esa dimensión), La segunda es que en la meditación del zen no se cierra los ojos, uno se mira los costaditos de la nariz, con el tiempo uno se va dando cuenta que es la forma de educar a la mente sobre aquello que uno tiene adelante. Hice muchos años de meditación desde el yoga, la invitación que recibí era vaciar la mente, eliminar pensamientos, concentrarme en un punto. En la meditación del zen uno no se concentra en un punto, se difunde en toda la persona, con lo cual los pensamientos también se difunden como un gas que se escapa de un envase y van ocupando un lugar importante pero no único ni en plan de director de orquesta.
-Uno tiene que dejar que fluyan.
-Que fluyan, que encuentren su lugar, que descansen. Uno con más facilidad entiende que las potencias vivas de las personas son diversas, los sentidos, las emociones, el propio cuerpo que habla y la mente tiene mucho que aprender en contacto con la vida de la persona. Es parte, no hay ningún tema contra la mente. Yo soy escritor, uso la mente pero acondicionada como conciencia con una práctica que la hace más sencilla, más realista.
-¿Qué otra diferencia existen con el Yoga?
-La respiración es natural, no hay pautas, uno va encontrando su pauta lo cual le pide que intensifique la atención, porque la respiración está muy ligada a la situación física y emotiva, y va cambiando su ritmo según muchísimos factores. Con la postura ocurre lo mismo, desde hace muchos años en el Oriente hay formas de sentarse sobre el suelo, sobre un almohadón. Yo valoro esa tradición pero a ella se llega con ejercicio y preparación. La primera tarea del practicante es encontrar su postura cómoda, porque va a ser siempre cómoda en la sala, en el colectivo, o si está durmiendo. De nuevo se invierte la dinámica y se coloca a la persona en el centro. No es por establecer una discusión. Mirada, postura, respiración, actitud, concentración, son cosas que cambian de sentido. La ciencia nos dice que la mente piensa durante 24 horas por día, vaciar la mente o eliminar pensamientos es imposible, es un lastre para la práctica del bienestar. Todo lo que soy aparece a la superficie como el aceite sobre el agua, y cuando yo me quedo quieto me vienen todo tipo de sensaciones, percepciones, recuerdos, tendones que se mueven, ruido de afuera y sobre todo, ruido de adentro, mientras uno se absorbe como quien flota en la entrada y salida del aire. En principio el practicante está confundido por que no es llegar y hacer, es una práctica, un aprendizaje. De repente se da cuenta que los ruidos de afuera se neutralizan "no tuve noción que pasaba el tren o que en la casa vecina cocinaban puchero" y luego empieza a pasar con los propios pensamientos. Estoy absorto cada vez más en la propia respiración porque me siento bien. Hay un efecto voluntario y otro deseado donde uno pone su energía. La persona va observando como funciona emotivamente, mentalmente. El practicante se angustia como cualquier hijo de vecino, deja que afloren las emociones cuando va perdiendo el temor a que esa emoción lo arroye. Es legítimo tener miedo, pero el zen es un diluyente de temores, vas viendo que esa emoción no te destruye sino que de a poco se va diluyendo. Pasa con otros estados emotivos, procuro no ponerles nombres muy técnicos ligados a la psicoterapia, a eso que uno siente cuando está meditando, a eso le llamo bienestar.

La fuerza del zen - Créditos: Corbis
-¿Por qué una persona debería interesarse por el zen, o practicarlo acá?
-Es una súper herramienta de descanso. Cuanto menos adorno, más se va al grano de orientar todo a la atención a la respiración, más se encuentra bienestar en la práctica, más la persona empieza a rebobinar con respecto a cómo vive las cosas, las actitudes, eso conduce a un cambio de mirada. Diría que a corto plazo provoca bienestar y lo que sostiene la práctica es sentirse mejor, ese es el cebo en la carnada. De a poco vas viendo cosas de manera distinta. A ti mismo, porque ceden los temores, la persona se hace más segura, sin perder la sencillez. Porque sabe que somos a rayas: luz y sombra. Nadie busca un paraíso luminoso como el de Dante Alighieri, de a ratos sale el sol, de a ratos hay nubes, hay día y hay noche.
-¿Es la búsqueda del equilibrio?
-El equilibrio rescata todos los atributos de la persona, con todo el equipaje, los bártulos, la persona y sus circunstancias. Es un equilibrio de lo que se es hoy pero no tengo que ser eternamente. No tengo un plan de reforma, descubro mi caminito.
-¿Uno lo puede hacer a través de la pintura, por ejemplo?
-Nosotros nos dedicamos a mostrar las formas como las diferentes artes se pueden relacionar con esta forma de respirar, lo hemos hecho con la pintura, un taller de pintura y respiración. Habrá una jornada sobre pinturas flotantes. Pintura con tinta china, agua, pincel. Cae la gota y se va moviendo el pincel de tal manera que, sin tocar el agua, se crean formas. Es un arte japonés tradicional muy interesante. Son formas de actividad que tienen en cuenta el ser de la persona que hace esa actividad. Esta meditación no te aisla en ese nicho de inactividad y tú estás contento en ese mundo hasta que vuelves a la realidad. Trata de que el estado sea lo más permanente posible.
- Cómo cambia su literatura a partir del zen?
-Yo escribo ensayos y poesía, que en los últimos años está absorbida por la práctica de la meditación, puedo sentir que sale en pequeñas dosis en lo que digo. El ensayo es una actividad ligada a la práctica donde trato de establecer una especie de arquitectura de esa experiencia, tanto de ella como de las trampas que se pueden encontrar, o las adulteraciones que han ocurrido históricamente. El zen se puede relacionar con muchas cosas, es la ventaja y la fragilidad del zen, como puede conectarse con muchos aspectos de lo vivo, muchas zonas de lo vivo pueden apoderarse del zen. Un caso típico son los samurais que consiguieron el "abrazo del oso" del zen. Al dar claridad mental, equilibrio, es un arma de dominación mental, y qué señor no fantasea con el colmo de la obediencia sea sin necesidad de hablar, sin usar la violencia. Es la fantasía del poderoso.
El zen no es que haga desobediente pero vuelve insumiso: lo que te dicen, lo que escuchas, lo que tú dices, pasa por la criba de una crítica. Hasta qué punto, en qué condiciones, es verdad en mí lo que estoy diciendo? ¿Esto que escucho tiene sentido? ¿Se puede sostener? Yo siempre pido que no crean sino que experimenten, y las palabras que se dicen no son para que crean, sino para que experimenten, funcionan como amistosa compañía.
-¿En el movimiento?
-La danza butoh está ligada al zen, como ciertas formas de karate, tai chi, por supuesto. Hay formas de yoga que están más atentas a esa forma personal, el yoga que proponemos aquí lo llamamos terapéutico, vinculado a la osteopatía, has de conocer tu propio cuerpo y el ajeno para proponer una postura como general, porque las posturas son siempre particulares, y has de entender que puede esa persona y qué no puede para que el efecto de la asana esté vinculada a su realidad como cuerpo. En una clase puede haber gente haciendo variaciones, hay un guía para la meditación también para apuntalar posturas, respiración, etc. Desde el movimiento podemos continuar la misma búsqueda que hacemos desde la inmovilidad. En la vida, igual que en lo social, es una libertad que no es simple anarquismo, o poner una bomba debajo de lo que existe. Es un entrelazamiento maduro y reflexivo entre aquello que me proponen y lo que hago.

Los contrastes de la Danza Butoh - Créditos: Corbis
-¿En la arquitectura hay una forma de construir que sea especial?
-No hay ningún arte que sea zen. Desde el siglo XIII en adelante, hasta el siglo XX, está teñido de la influencia zen. No hay un tema de causa efecto. Yo estuve mirando el tema del Feng Shui de China, no capto cómo la disposición arquitectónica puede plantear un efecto independiente de otros factores, temáticos y sociales. Edificios de Feng Shui en Shangai o Hong Kong, como vi en China, están rodeados de todo tipo de desarmonías que probablemente complotan contra el efecto benéfico de ese agujero, que por otra parte es muy hermoso, lo veo más como estética que como un efecto energético. Pero respondo sin que sea un estudioso del Feng Shui. Sí soy una persona que gusta entender cuáles son las condiciones reales en que un fenómeno se produce. Son siempre individuales y sociales.
La idea es que cada vez más gente lo aplique con la autonomía que eso requiere. El zen propuesto del ZenBA es una práctica basada en la autonomía de la persona para que crezca y se fortalezca.
-¿Sigue algún tipo de medicina o alimentación tradicional?
-En los años que vivimos en Japón nuestro médico era de la fraternidad japonesa, a la vez formado en la medicina tradicional, sin temor de ocupar tecnología occidental moderna, siendo que uno de los ejes era la acupuntura, digitopuntura y oxibustión, una técnica china de agujas con fuego en la punta que tiene efectos energéticos rápidos, por ejemplo en las vías respiratorias. Pero al mismo tiempo podía recetar una pastilla, ese tipo de medicina lleva a recetar un procedimiento de vida ligado al sueño, a la comida. Las personas al crecer vamos conociendo mejor nuestras dolencias, la medicina mientras no haya ningún accidente es un control amable. Con ese sistema me ha ido bien, "duermes bien, vives bien". Me alimento en una dieta sana, el hecho de suprimir de a poco la sal y el azúcar permite intensificar el sabor de la comida que no se oculta en nada más que en su propia fuerza. ¿Cómo es el arroz nada más que hervido? Una delicia, lo mismo con el té o con el café, hay una aproximación mayor, el zen espabila los sentidos. Gustas las cosas. Las cosas se vuelven más simples. A mí me gusta el dulce y salado, amargo o dulce, puedo tomar un té o café sin azúcar con una porción de budín de mandarina que crea un contraste clarísimo, que es agradable. No aplaca, no adormece, despierta, al principio te ves en un problema, "yo no quería tanta acción". "Pero cómo, vengo a bajar un cambio y parece que se me levanta todo por dentro". Es la primera reacción, es necesaria. Es la típica situación de la persona que empieza una dieta y salen granos, eso lo he visto mil veces, lo mismo pasa con el zen, uno pierde el temor. Ahí encara todos los sentimientos, los deja venir, con quedarse quieto, con la respiración, vienen.
Las propuestas del Centro ZenBA son variadas. Desde el clásico zazen, que es la meditación sentada, también hay danza Butoh, tai chi, yoga terapéutico, bioenergía. Además se aborda la música, la poesía, la literatura contemporánea. Pasaron los escritores Pedro Mairal y Alejandro Crotto para dar un ciclo de haiku; se analizó la pintura de Luis Felipe Noé en su aparente caos; la filosofía de Baruch Spinoza; y se estudiará la poesía de John Cage, un músico y compositor norteamericano innovador en el siglo XX que muchos consideraron que tiene vinculación con el zen. Los primeros sábados de cada mes, se hace un ciclo de conferencias: "Café y Zen".
Muchas gracias Alberto Silva, por el tiempo dedicado a la conversación. Pueden conocer más sobre él en esta charla y en su blog "Traducir Japón".
Espero que les guste la entrevista, a mí me despertó más curiosidad por atravesar la experiencia zen.
Me pueden escribir a kariuenverde@gmail.com
Les dejo un abrazo grande.
Kariu
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