
De chica, adolescente y no tanto, odiaba las reuniones familiares. "¡Qué castigo!", pensaba cada vez que se acercaba el momento y una vez allí, no veía la hora de que la cosa termine prontito.
Tenía una alergia innata a este tipo de encuentros y ante todo, la intuición -¡la certeza!- de que, dada esa circunstancia, no podía ser yo. Ser yo, ser libre, ser auténtica.
Un sentimiento que quizás se exacerba en la adolescencia, y que sólo con los años y la experiencia uno puede empezar a vivir de otra manera.
Es cierto que la configuración familiar cambió mucho, y que ahora los más chicos somos los adultos. Pero sin dudas, la aparición de una nueva generación (bendita tú seas entre todas las viejas), representó un alivio. Un cambio de aire más que bienvenido.
No hay lugar para discusiones bizantinas sobre política, farándula o filosofía (¡no hay lugar para argumentos ni para incómodos silencios!). No cuando la energía de una pulga amorosa y rompebolas todo lo condiciona.
Hasta el más aburrido de los momentos se vuelve ameno.
Cada tanto se cuela alguna que otra teoría educativa, o el gestito levemente juzgador de alguien que desaprueba el modo en que la mamá la reta (¡o no la reta!). ¡Pero a mí me ne frega! China juega, pide upa, desordena, grita, baila con la música, corre con la perra.
Y así -en la medida en que los dejemos, cierto- los chicos transforman cualquier situación en un festejo. Como debe serlo.
¿Cómo vivían las reuniones familiares antes y cómo las viven ahora? ¿Cómo son sus familias? ¿Gritonas, aburridas, papeloneras o qué? Yo tengo mucha sangre siciliana (mamma mía) y otro tanto de España. ¿Algún personaje familiar digno de destacar?
PD: El de la 2da foto es Nico, mi hermano. Y la adorable fotógrafa, mi prima Sofía.
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