La libertad es un auto

Es una recurrente aunque no menos ajustada metáfora de nuestra libertad porque podemos rumbear para cualquier lado y cambiar de itinerario según el clima; sobran destinos para todos los gustos. Y siempre hay lugar para una persona más sin problema de valijas; somos caracoles itinerantes.

Podemos arrancar y, en ese mismo momento, decidir a nuestro antojo adónde ir y por cuánto tiempo. Porque es igual de fácil volver esa misma noche o regalarse un par de días extra.

Idealmente podemos fijarnos un límite de 100 kilómetros, lo que nos permite trazar un mapa que llega hasta lugares tan populares como Luján, al Oeste; San Antonio de Areco, al Norte, o Chascomús, al Sur.

A menos de un par de horas estamos en otro mundo, que es el nuestro en lo más profundo porque añoramos el horizonte abierto, rodeados de verde, conociendo paisajes y personas diferentes.

Primero pensamos en desenchufarnos, en sacar los dedos de la rutina. Y luego entramos en la búsqueda del tesoro , porque cada lugar nos ofrece un catálogo de maravillas que ignorábamos.

Es útil prepararnos a través de la referencia de amigos o guardando las notas de un suplemento como éste, que son una guía al paso a la hora de elegir dónde comer, dormir, pasear o comprar algo.

En mi caso, aunque luego a veces no sé dónde metí la carpeta, guardo los recortes subrayando lo que más me interesa y agrego un pequeño trabajo de investigación con Internet para conocer datos históricos, fiestas y kermeses, personalidades, música, arte.

Las autopistas nos hacen ganar tiempo, pero es mas divertido pasear sin apuro por las rutas provinciales o vecinales, justo por donde paran los camioneros a almorzar. Dejando que los chicos se sorprendan al ver los pollos que andan sueltos, ya que no hay ningún riesgo en que corran a gusto, mientras la parrillada hace recordar los viejos asados de obra que ya no se ven en Buenos Aires, donde se ha cambiado el vino por las gaseosas.

Al principio nos llaman la atención los parecidos. Porque en la mayoría de los pueblos bonaerenses quedan en pie estaciones del ferrocarril con ramales que ya no se usan. Y almacenes generales donde hay de todo, menos fiado, aunque los carteles dicen que aceptan tarjetas. Sin embargo, cada uno de los lugares tiene sus propias características y vecinos dispuestos a contarlas. Es bueno poner la oreja porque más importante que hablar es aprender a escuchar a quienes, como asegura el refrán, hablan con fundamento.

También hay artesanos que siguen elaborando sus productos sin importarlos de China porque sería difícil conocer un soguero o un platero en Pekín.

Ver una procesión de sulkies en el Día del Santo Patrono local, delante de templos de ladrillo a la vista con puertas de hierro forjado que envidiaría un anticuario de San Telmo. Experiencias como ésa forman parte del turismo temático que nos enseña a tiempo completo (y acá es más importante el recreo que los deberes).

Igual que en los antiguos remates, la escapada no se suspende por lluvia (con sol cualquier tonto se sonríe). Le recomiendo un prólogo útil antes de salir al camino. Dedicar la mañana del domingo a recorrer la Feria de Mataderos para tener un anticipo de lo que vamos a conocer en la cercana tierra adentro. Fui con mi nieta cuando tenía cinco años y quedó tan deslumbrada que al día siguiente, en el Jardín de Infantes, le contó a la maestra: "Ayer estuve en Argentina..."

Por Horacio de Dios
almadevalija@gmail.com