

No existe quizás actividad sexual con mayor mala prensa que la masturbación. En nuestra sociedad y cultura Judeo-Cristiana, la masturbación siempre fue motivo de vergüenza y confesiones de pecado. Durante el siglo XIX hasta se inventaron multitud de dispositivos para evitar tanto la masturbación como las poluciones nocturnas, por la creencia de que el semen era un fluido vital (daba la vida) y su pérdida era perjudicial para la salud y para el espíritu.
Fue a partir del estudio de la SEXUALIDAD como CIENCIA, que la MASTURBACIÓN, tomó un giro, encontrándola no solo SANA, sino entendiéndola como una etapa fundamental del Desarrollo Psicosexual Humano.
La Masturbación es una exploración del propio cuerpo y un aprendizaje de nuestra respuesta sexual, los estímulos que la detonan, los recorridos que nos llevan al orgasmo. Estos conocimientos son vitales para la sexualidad adulta y de a dos. En los varones es el aprendizaje más importante en el logro del control eyaculatorio y en las mujeres en el logro del orgasmo.
Si pensamos que hoy en pleno siglo XXI, los motivos de consulta sexológicos más frecuentes en adultos jóvenes son: la eyaculación precoz y la anorgasmia femenina, entendemos la importancia de esta práctica sexual para cualquier individuo.
No sólo es importante en el desarrollo psicosexual, sino que la masturbación es sana y necesaria durante toda la vida, tanto en hombres como en mujeres, estén solos o en pareja, por que es una forma de autoerotismo que tiene como función, nada más y nada menos que estar en sintonía con la persona más importante que tenemos, que somos nosotros mismos. Sirve además para no necesitar del otro para ejercer nuestra sexualidad, motivo este que genera muchos conflictos de pareja, por lo desparejo del deseo en muchos casos. Además mantiene en estado y afinado nuestro instrumento sexual, para que suene mejor en una sinfonía de a dos.
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