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La venganza de mamá natura




Ayer, con la mochila de culpa del fin de semana, decidí hacer algo de ejercicio. La llamé a mi hermana y la invité a patinar. Nos pusimos las joguinetas y enfilamos para Palermo.
El cielo no pintaba para una mañana de sol, pero se la bancaba bastante.
Nos pusimos los rollers y arrancamos.
Charlando y patinando empezamos a sentir que nos deslizábamos más de la cuenta. Sí, sí. El piso estaba húmedo.
Cuando completamos una vuelta empezó una fina garúa, esa que puede ser romántica para los enamorados, pero que a nosotras no hacía otra cosa que arruinarnos la vida. El cosmos no está colaborando para que tenga mis cachas firmes, pensé.
Yo miro al cielo y digo: ¿Eso es todo lo que tenés para llover? ¿Esta llovizna timidona?
Por supuesto, como en una película, se largó con todo.
Nos sacamos los patines, corrimos hasta el colectivo y comprendimos que jamás debemos desafiar a la madre naturaleza.

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