
Las primas parece que cargan con buena genética y hacen niñitos más lindos que conejitos de angora. Mamá le da el regalo “de parte de las dos” y pide hacerle upa al bebé.
-Ay, mamá, no se anda cargando a los recién nacidos. Venimos de la calle, es un asco.
Me tira una mirada fulminante pero a esta altura yo pretendo hacerle concluir que fue una mala idea traerme a esta visita. Creo que lo logro. Mi tía la mira con compasión y me hace una carita. Hace muchas caritas en las que arruga la nariz. Mi prima, con bebe rosa en brazos y un gorrito diminuto me sonríe.
-¿Y vos Sofi, para cuándo?
Ok, puede que yo esté sensible, puede que sea una frase armada que es inevitable decir o puede ser que la gente no tenga la menor idea de la reacción interna que una puede tener por cinco palabritas.
-Ojalá. Algún día.
Me encierro en el baño del sanatorio y la llamo a Cata. Porque, ¿qué se contesta a semejante pregunta?
Esta mañana, Mariano me pasó a buscar y me trajo a la agencia y charlamos todo el camino. Esta vez en auto por suerte, mis pies ya no resisten esta relación. Una posibilidad es volverme en zapatillas y abandonar las sandalias con un poco de taco que me quedan tan bien. Ni pienso. Sufriré estoicamente el amor en cuerpo y alma si es necesario. Anoche había notado mi malhumor cuando hablamos para arreglar. Le conté muy por encima, no me parecía demasiado estratégico contarle que toda mi familia quiere que me case y me reproduzca. Quiero que esto avance un poco, pero así como venimos, de a pasitos (valga la metáfora).
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