Julio Cortázar fue para muchos de nosotros, una puerta de entrada a la ficción argentina. Una forma de meternos en historias en donde lo real y lo fantástico se mezclaban al punto de confundirse en un mismo plano. Creo que la primera vez que leí algo de él fue en la primaria. Pensé que "Historia de Cronopios y de Famas" era un libro infantil sin sospechar la profundidad que años más tarde tendría. Pero en la secundaria me encontré con sus cuentos y me explotaron la cabeza. La adolescencia es la mejor edad para leerlo, pero no la única. Me acuerdo que seguí "Continuidad de los Parques" casi sin respirar. El relato del hombre que lee una novela frente a la ventana mientras que otro, el protagonista de esa novela, camina por un sendero bordeado de robles con un objetivo en su cabeza. Me impresionó "La noche boca arriba" en donde una persona tiene un accidente con su moto y es prisionera de sus propios sueños en un hospital. Tanta genialidad me provocó angustia, el deseo de escribir y la certeza de que jamás podría hacer algo parecido. Pero autores como él, y muchos otros de ciencia ficción me regalaron horas maravillosas de lectura, desdibujaron límites y fronteras porque ahí, en los libros, no había nada imposible.
Cortázar lee Continuidad de los Parques con su erre afrancesada antes de tiempo:
Como este no es un blog literario -Ohlalá! ya tiene su Club de Lectura- les propongo recorrer un aspecto diferente al acostumbrado cuando hablamos de Julio Cortázar.
¿Y cuál es ese? Sus otras pasiones. Cortázar además de escribir, amaba la música, sobre todo la clásica y el jazz. Le hubiera gustado dedicarse a componer y tocar bien la trompeta, pero fue en parte una frustración que intentó reparar al escribir "El Perseguidor" en memoria del músico Charlie Parker. El boxeo era otra de sus aficiones, plasmada por ejemplo en el cuento "Torito", en el que se puso en la piel de su personaje para contar la gloria y el fracaso del boxeador olvidado.
Un joven Julio Cortázar. Caricatura de Diego Parpaglione
También disfrutaba de los viajes y las comidas. En ningún otro lugar están tan presentes como en su último libro "Los autonautas de la cosmopista", en donde narra el viaje que hizo con su esposa Carol Dunlop por la autopista París-Marsella. Se tomaron su tiempo -más de un mes- para avanzar en una combi a la que le pusieron nombre de dragón. A bordo de Fefner, en mayo de 1982 se largaron a la aventura: en lugar de circular a mucha velocidad los setecientos setenta y cinco kilómetros, se detuvieron en sesenta y cinco paradores y escribieron su diario de autopista como los antiguos exploradores. Era un juego, un experimento divertido: prestarle atención a los mínimos detalles y hacer relevamientos casi científicos sobre cuestiones cotidianas, como la gente de los autos, los camioneros, los chicos parisinos que se acercaban curiosos a la combi en donde dormían la siesta, leían o escribían.
En ese diario de ruta no falta la descripción del menú diario. Desayunos con jugo de naranja, magdalenas o medialunas y café. Almuerzos bastante repetidos, con huevos fritos, papas, mucho queso, ensaladas y manzanas o cerezas de postre. Cangrejos, un poco de carne o pollo. Whisky para saborear mientras miraban el movimiento de los autos o tal vez el vuelo de algún pájaro en la copa de los árboles. Y a veces, como gran lujo, una cena en un hotel de la zona, y una cama cómoda para recuperarse de los efectos del viaje mientras miraban como espectadores lejanos pero preocupados el horror de la Guerra de Malvinas.
Julio Cortázar con uno de sus gatos. Caricatura de Diego Parpaglione
El proyecto además del juego lineal del viaje tiene otro, más personal que incluye sus historias, cartas a parientes, visitas de amigos, reflexiones, ideas conspirativas y mucho humor. Recomiendo este libro, si todavía no lo leyeron o tienen ganas de hacerlo de nuevo, porque más que una crónica es una propuesta que refleja el espíritu lúdico de Cortázar: mirar las cosas sin darlas por sentado, rebelarse ante lo establecido de la vida cotidiana y cuestionar las palabras y los nombres. Siempre tuve la fantasía de tener una experiencia similar, en mi caso sería en versión vegetariana, y encuentro en algunos blogs de viaje esa semilla medio filosófica para contar viajes atemporales como el de "Los Autonautas de la cosmopista".
Va entonces mi post homenaje a uno de los más grandes escritores de todos los tiempos que hoy cumple cien años y está más vivo que nunca aunque haya ensayado una retirada bastante creíble en 1984. Desde acá le agradezco por abrir espacios para jugar con el tiempo.
Aplastamiento de las gotas. Julio Cortázar. 1962:
¿Qué libro prefieren de Cortázar? ¿Hay alguno que los haya marcado? Debo confesar que Rayuela no es uno de mis preferidos, me quedo con sus cuentos de "Todos los fuegos el fuego" o "Final del juego".
Antes de despedirme, les recomiendo la receta de nuestra amiga y lectora Jésica Estrada, en el proyecto conjunto de blog con Nati Amengual, La cocina del círculo. La ensalada arco iris es una fiesta para los ojos y tiene las vitaminas necesarias para nutrir el cuerpo.
Les recuerdo además que el jueves 28 empieza el Green Film Fest en Cinemark Palermo y tiene películas imperdibles.
Muchas gracias a Diego Parpaglione, conocido también como Diego Parpa, por sus hermosas caricaturas.
Me pueden escribir a kariuenverde@gmail.com
¡Besos!
Kariu
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