Ok, parece ese episodio de Seinfeld en el que Jerry se queja por esto de tener que ir a visitar a bebes recién nacidos cada dos por tres y dice que después de todo nadie te invita a conocer a su abuelo de 87 años y te cuenta de los pañales y la papilla que tiene que comer. Jerry es ácido, pero me gusta. A veces le pega justo donde duele.
Bueno, las primas, las benditas primas han vuelto a parir. Una sola en realidad. Y mamá, como era de esperarse, me viene llamando desde el miércoles pasado.
-Están en el Materdei, Sofía, pasá un minutito. Van a estar chochas.
Me pregunto qué interés puede tener mi prima en que la visite dado que lo único que nos une en este planeta es que portamos madres con igual apellido. Por lo demás nunca tuvimos onda. Y tampoco entiendo por qué mamá habla en plural de ellas (y me contagia) ya que la neo nata tiene tan sólo días y probablemente no se interese demasiado por mí presencia. Y después mamá hace sugerencias de posibles regalos que seguramente saldrán una fortuna. Porque si hay algo que no es proporcional es el precio de la ropa para bebes y su tamaño. A veces pienso que yo podría comprarme dos remeritas en Santa fe por el precio de un body. Supongo que a esta altura ya tendré que pasar a vivitar por la casa. Tengo que averiguar la dirección además de preguntar si la niña se llama India, Alma, Mar, Brisa, Cheyenne o Lluvia. Porque las primas encima de todo son de esas.
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