"Poner límites al afuera, a situaciones indeseadas, a personajes que te hacen daño, es parte del propio cuidado". Algo así, de una manera todavía más directa, te encontraste escribiéndole ayer a Guada (alumna del taller a la distancia).
Límites te estás pidiendo vos, Inés. O mejor dicho, tu vida te está pidiendo que la cuides.
Que dejes de creer que esa actitud samaritana de hiper-comprensión hacia los demás es una manera de hacerles bien. Minga. Es sólo una manera de exponerte. De lastimarte muchas veces.
No sos una semi-diosa mirando el partido de afuera (y sonriendo). Sos una participante más, poniendo el cuerpo.
Y está claro que un grado de comprensión es necesario, pero CUIDATE. No sos de goma, no tenés 7 vidas como los gatos, tenés ésta sola. No te creas que sos irrompible, ni que nada te afecta (¿o acaso si te emocionás hasta las lágrimas con gestos de afecto, no será que te lastimás en igual grado con gestos de desamor, de des-afecto?)
Vamos a hacer una comparación exagerada y grosera... y a poner en juego a cualquiera de tus hijas, para que te veas. Imaginate por un segundo a China metiéndose en una calle de noche, en una zona de peligrosa, con el índice en lo alto, yendo a darle una perorata a una pandilla de jóvenes que está en un borde (en el borde de un delito, por ejemplo). ¿Te parecería sensato? No. Claro que no, Inés. La agarrarías de las mechas (a tu nena) y le dirías que ni loca se acerque a zonas tales... que si después -en la teoría- quiere comprender esas conductas, bárbaro, pero que su vida, la vida preciosa de tu hija, su cuerpecito, su psique, sus emociones se mantengan a salvo.
Lo mismo vale para vos. Que la comprensión sea una fortaleza y no un obstáculo. Que puedas amar, sí, querer, pero no abras tu casa, tu cuore, tu intimidad a situaciones poco claras.
O dicho de otra manera, por la positiva: te merecés respeto, cuidado, cariño del bueno. Te merecés eso, nena. Te merecés ese tipo de intercambios. Si es afecto del malo no es afecto. Por supuesto que los otros pueden tener sus días y sus rayes... pero recordate que hay un límite. "Límite", de nuevo este término. Hay un límite ético, fundamental: si el otro está vulnerable y pide una mano, dásela, lo mismo de tu lado; pedí ayuda sin vueltas ("estoy así y asá, necesito que me ayudes"). Ahora, si el otro desde su vulnerabilidad echa veneno, está cruzando un límite. No, eso no se hace. Eso hace daño.
¿Cómo se vienen llevando ustedes con la puesta de límites en relación al afuera, en relación a actitudes ajenas o a circunstancias indeseadas?
Y para reírnos o enternecernos un rato, una escena de ficción de mis hijitas, jugando a la mamá entre ellas. Lupe es la mamá, China es la beba.
PD: Se abrió vacante en el taller de expresión escrita a la distancia, interesados pueden escribir a inetaller@gmail.com ¡Muy buen arranque de semana!
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