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Lo inevitable




"Yo creo que puede llevarse muy bien con Magui, que es nueva. Además, la mamá también escribe y tiene una hija más chica, no sé si la conocés", me dijo la seño de mi hija en la entrevista inicial, después de que yo preguntara cómo venían configurándose los vínculos en el aula.
"Sí, la conozco a su mamá" y me sonreí.
¿Qué quién es la mamá de Magui? ¿Y por qué esa sonrisita exultante, cómplice conmigo misma, cuando escuché las palabras de la maestra?
Bueno, resulta que el año pasado, después de la fiesta de fin de año, se me dio por escribir acerca de lo satisfecha que estaba con el jardín, y de todo aquello que de entrada "nunca hubiera imaginado". Por prejuicio, porque estábamos hablando de una institución que depende del Estado.
A los días de haber escrito ese texto, estoy en la farmacia y una mujer se me acerca: "Hola, cómo estás, ¿sos Inés del blog, no? Quería decirte que me gusta mucho lo que estás haciendo, que además me siento particularmente identificada con vos porque tenemos varias coincidencias; me mudé a este barrio hará un año, soy periodista, tengo otra nena más chica... ". Y en eso: "Disculpá que me meta, pero yo también estoy buscando una opción más económica de enseñanza, ¿cuál es el jardín de tus hijas?"
Sentí confianza, me abrí, charlamos poco y nada y chau, hasta luego, no supe más de ella... salvo por un e-mail que nos cruzamos en aquél entonces y otro que, sorpresivo para mí, aterrizó en mi casilla hacia comienzos del ciclo lectivo.
"¿Sabés qué? Me dieron la vacante. Y resulta que mi hija está con China."
Contado así quizás parezca que hubo especulación de entrada, o una voluntad fuerte de que las cosas se dieran como finalmente se dieron, pero no, créanme que en todo momento operó la más pura naturalidad... incluso en aquel correo y en los primeros encuentros que luego le siguieron: en la charla de bienvenida, en el acto de la primera jornada, etc.
"No sabés lo que me dijo la seño", llegué a confiarle la semana pasada, cómplice del chiste de la circunstancia.
Así hasta el sábado, el día de la pintura en el que zas, como un flechazo, China y Magui (su hija) se encontraron, lo que se dice encontrarse. Con ella fue que mis hijas se reían, corrían, entraban al baño y salían empapadas, se tiraban por una rampa subidas a triciclos, hacían castillos, montañas...
Es pronto para decir que ya son amigas, con toda la carga semántica que porta la palabra... pero ¿quién les dice? ¿Quién se lo hubiera imaginado? Y qué bien se siente cuando una se mantiene blanda y receptiva... Dejándose llevar por lo que se da fácil... abierta a lo inevitable.
"Todo encuentro casual es una cita", escribió Borges. ¿Qué piensan? ¿Experiencias similares?

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