Los hijos son un milagro, una bendición de Dios, es cierto, pero hay momentos en los que te agarrás la cabeza y le pedís a ese mismo ser que te bendijo que -¡por favor!- te los saque de encima un cachito.
Ayer -tras una intensa mañana y mediodía- me fui a dormir la siesta recordando las viejas épocas. Pensar que vivía tan tranquila, tan ligera. Con los auriculares puestos, música linda, subida a la bicicleta. Después de unos primeros años de capitalismo desquiciado (de mis 20 a mis 24 apróx), había entendido que la fórmula era apostar por lo mío, hacer cada tanto, y en lo posible, una publicidad -un trabajo- y gastar lo mínimo y necesario. Vivía con mi prima, no pagaba más que las cuentas y la comida, no tenía horarios fijos ni ninguna rutina. Bailaba, escribía, filmaba con la camarita, tomaba lágrimas y cafecitos, qué ricos. Qué aparentemente fácil aquélla época.
Lo increíble es que un poco en el fondo sufría, o añoraba una realidad distinta. Si hubiera tenido la bola de cristal, quizás habría disfrutado mejor aquellos años de tanta "libertad". Pero lo que nos mata es la ansiedad. Yo venía de separarme y moría por volver a enamorarme y formar una familia. Ya me sentía preparada para dar ese paso, y a la vez intuía que ése era el marco de contención que mi arte necesitaba, requería. ¡Y ahora aquí estoy! ¡Feliz, feliz, feliz, pero agitadísima!
Ya sé, es cuestión de paciencia, de aprender a organizarme para recuperar esos tiempos. Pero más allá de las sutilezas y los grises, como diría mi vieja: "lo blanco es blanco y lo negro es negro".
Hoy entiendo, mamá, que te guste tanto montar a Zero (Zero es el caballo en el que mi vieja sale a trotar y saltar día por medio).
¿Y Uds.? A las mamás, ¿cómo eran sus vidas antes de la maternidad? ¿Extrañan algo de aquellos años? A las curiosas, ¿cuánto anhelan tener su familia? ¿Cuáles son sus fantasías al respecto?
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