Mamá, papá: ¿qué quiere decir vagina?
Somos responsables de la vida sexual de nuestros hijos; las respuestas, los silencios y los mensajes del entorno son determinantes en la construcción de la identidad sexual propia y de los otros. Por Juan Yesnik
7 de junio de 2011 • 02:24
Créditos: Corbis
Por Juan Yesnik
Especial para RevistaOHLALA.com
Nuestro título incluye uno de los términos más naturales o sencillos de explicar. "Pene" y "vagina", hasta hace unos pocos años palabras impronunciables, son hoy tan comunes en el vocabulario infantil que se reirían de nosotros de seguir usando sinónimos tales como el "pílín", la "cachufleta" (o sus tantos derivados y herencias caseras).
Si este fuera el tema, no habría de qué preocuparse. Si bien aún algunos adultos evaden la responsabilidad de pasar por este trámite tan sencillo, insisto, el título de nuestra nota de hoy es meramente orientativo.
Este artículo es una simple y sentida invitación a tomar conciencia de todos los mensajes y silencios que giran por la cabeza de nuestros hijos. Son, en definitiva, los datos y "faltas" que van construyendo lo que será su forma de entender y vivir la sexualidad y su vida afectiva.
Piensen por un momento todos los estímulos e información que recibe un adulto a lo largo de un día: imágenes, gestos, sonidos, voces y palabras provenientes de la tele, la radio, el teléfono, las revistas, Internet, la charla entre familiares, vecinos, amigos son, salvando los años de experiencia y la capacidad de interpretación, los mismos estímulos que están al mismo alcance de los niños. Si hoy hasta los adultos muchas veces no sabemos diferenciar o entender ciertas formas ni contenidos, qué puede pasar con todo ese embrollo en la cabecita de un pibe o una nena que ya no sabe para qué fueron hechas las pelotas o la muñeca. Juro que no es moralina, es preocupación.
No todo es culpa de los debates maratónicos sobre los peligros del uso del "hilo dental", los gestos acusatorios de ser expertas en sexo oral (cual "dígalo sin hablar", karaoke o invitación a un helado), los picos y lengüetazos sin límite (yo con todos, yo con vos, yo por arriba, yo por abajo)… Hoy una teta parece ser lo mismo que un combo con papas y gaseosa, al que se lo agranda por tan sólo 1 peso o una silicona.
Sería muy fácil remitirlo todo a echarle la culpa a la tele y sus repetidoras virtuales. El culto al físico, la belleza y la delgadez extrema, la seducción como arma segura y letal, son mensajes continuos y de fácil acceso a todo público. Es más, forman parte de nuestro discurso y obsesiones cotidianas.
Todo parece ser tan efímero, urgente y voraz que nuestros hijos van por la vida sin filtro. Los exponemos a la vida adulta y al mismo tiempo forman parte de esta nueva forma adulta de vivir la niñez.
A este ritmo, la crítica, el enojo, el reproche, el juicio no alcanzan. Seguir señalando como únicos responsables a los otros es, en definitiva, no hacerse cargo de nosotros y nuestras responsabilidades. Somos padres de estos menores que crecen en tiempos más que modernos. Hay que aceptarlo y ponerse en acción.
Si un hijo pregunta, respondamos. Si no sabemos qué responder, prometámosle una respuesta y busquemos la información o ayuda necesarias para cumplir con semejante compromiso. Seamos filtro, no censores. Seamos puente. Sepamos poner límites de lo que conviene y corresponde a cada edad y a cada momento. Esto no significa meterlos en un "tupper" y aislarlos de lo que será su mundo y su contexto.
Abramos canales de diálogo: la mesa, la sobremesa, un "a solas" relajado cada tanto. Abracémoslos. Demostremos afecto, contención y un posible lugar seguro. Conozcamos a sus amigos, a los padres de sus amigos, sus casas y costumbres. Hablémosle del uso de las redes sociales, conozcamos sus páginas de acceso habitual, sus claves y contraseñas. Aprendamos a orientarlos entre tantas señales, palabras, gestos, estímulos, acosos, dudas, miedos... No es nada fácil, pero es un desafío más que necesario.
El niño es un ser asexuado y, más allá de las teorías y manuales, de nosotros depende la construcción de la identidad sexual propia y de los otros. Somos la piedra fundamental de su vida sexual y afectiva.
¿Cómo tratás estos temas con tus hijos? Contá tu experiencia.
En esta nota: