Newsletter
Newsletter

Masí




Empecé el fin de semana muy pum para arriba. Me levanté, puse temas musicales varios y no paré de bailar en toda la mañana con ambas hijas. Me sentí presa de un rapto de euforia (no totalmente caprichosa, el día anterior había terminado el grueso de un trabajo de obrera) y me gustó que así fuera. Necesitaba volver a confirmar que todo era/es perfecto y que en efecto hay tal cosa como un Destino o Mandato o Misión que olfateamos... pero desconocemos, y aun a tientas, le hacemos caso.
Por la tarde, subida al 65 rumbo a la peluquería en Belgrano (necesitaba urgentemente cortarme el pelo porque ya me estaba sintiendo abandonada en ese aspecto) el cuerpo empezó a acusar recibo de su cansancio. Me di a mí misma unas palmadas en el hombro, diciéndome: "vamos, pibita"... y hasta llegar a destino, le fui hablando a Mis Expectativas: "chicas, sepan que las tengo en cuenta, pero también me toca reconocer el mucho valor de lo que hoy se está haciendo... y lo muy necesario de ir escuchándome, escuchando el cuerpo".
Cuando llegué a la peluquería era un bostezo vivo, algo de aquél soliloquio en marcha había aligerado mi propia máquina. Cuando volví a casa, ya con las mechas cortadas, supe que esa salida había sido mucho más que una puesta al día de la belleza física.
El domingo nos despertó a marido y a mí con una obra de arte de mis retoñas, de esas que ya ustedes saben: las muy pillas habían pintado con crayones la casi totalidad del piso flotante. ¡Niñas madrugadoras, madre santa! Y sin embargo, yo reaccioné calma, casi sedada. En parte porque todavía estaba dormida, pero también porque desde el día anterior venía re-ejercitando cierta parsimonia, un estado de pura aceptación de los cosas (y a otra cosa mariposa).
Marido llegó a hacer alguna amenaza ridícula, pero en términos generales, el reto y la puesta en orden de ese caos transcurrió sin sobresaltos, y ya para después del mediodía estábamos los 4 listos, almorzados, emperifollados, para empezar oficialmente el festejo del Día del niño: en casa de Ramiro, compañero de Lupe, donde nos encontramos con varios padres y sus hijos, todos compañeritos de la misma sala. Merendando, charlando, jugando.
En fin: finde positivo y liviano. Masí, que no te dé culpa decirlo.
Y ustedes, ¿cómo lo vivieron? ¿hubo festejos? ¿regalos?
Aprendiendo a fotografiar

Aprendiendo a fotografiar

Jugando concentrada con juguetes de Ramiro

Jugando concentrada con juguetes de Ramiro

Chusmeando animalitos con imanes

Chusmeando animalitos con imanes

Tobogán boca abajo

Tobogán boca abajo

¡Compartilo!

En esta nota:

SEGUIR LEYENDO

“Muchacha, hacete el Papanicolaou”

“Muchacha, hacete el Papanicolaou”


 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2025 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP