
Para qué mentirse.
Uno va al mega supermercado para poder comprar cosas que no necesita para nada.
El chinesse no es más caro. De hecho, en muchas cosas es más barato, y en la que no, está el Día %.
Pero uno se adentra en el mounstro-mercado y es como si las góndolas de productos envasados lo abducieran.
Como si cada tubo de Pringles tomara vida y nos dijera al oído: "crunch, crunch, comeeeeeeme"
He decidido, en una medida preventiva, no concurrir más al Carrefour.
Voy a hacer las compras cada día para lo que se cocine en esa jornada, y el resto, una vez por semana en mi chinísimo amigo de dos cuadras de casa.
No sé, no me entra en la cabeza lo que pagamos cada vez que hacemos "la compra".
No puedo creer lo que cuesta el papel higiénico. No puedo entender el precio de los postrecitos y que haya que comprarlos de a 4 (los que me gustan).
Estoy tan casada de la violencia encubierta del supermercado grande.
Hace rato ya que el pediatra de mis hijos me recomendó comprar sachets de leche en vez de cartos. Me dijo que era más fresca.
OK, lo hago.
No se dan una idea de LA MUGRE que tienen esos sachets cuando los compro en el Carrefour.
Digo, será fresca la leche, pero lo que la contiene es un asco.
Y además, más cara.
Y si a eso le sumamos lo que jocosamente mencionaba al principio del post, el asunto entero deja de ser negocio.
Vamos a ver qué sale.
La visita diaria al chino, puede llegar a ser, también, una experiencia religiosa.
Quizá se inaugure una nueva sección en el blog.
Denme ánimos!
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