Todos necesitamos un toque de color, de vez en cuando. Aunque mientras escribo este posteo tenga puesto un vestido negro.

¿Incongruencia? Tal vez. El negro me produce una atracción muy fuerte. Me cautiva, incluso cuando apurada frente al espejo deba improvisar la prueba de alguna prenda de ese color. Y por elegir repetidas veces este tono, conocido como la ausencia del color, me lleva a querer investigar su historia y significado.
En la Edad Media había dos ramas de tintoreros: los que se dedicaban a lograr colores luminosos, atractivos por su belleza, y los que teñían de negro. Los primeros empleaban telas costosas. Los otros, paños de poco valor. Con estos se acercaban a los tonos negro, marrón y turbio azul de glasto. El negro más barato era “el de los pobres”.

A principios de 1900 las novias de clase alta solían usar vestidos negros de seda. Y los reutilizaban en fiestas y celebraciones posteriores. Una importante carta de presentación en el contrato matrimonial, de parte de la familia de la novia hacia la del futuro esposo.

Coco Chanel introdujo el pequeño negro, un vestido negro corto, irreemplazable en todo compromiso formal. La misma Chanel decía: “Tres cosas necesita una mujer: una falda negra, un pulóver negro y el brazo de un hombre al que quiera”.
El negro, reconocido como el color del refinamiento, neutraliza la intención de imantar miradas. Al llevar negro estamos renunciando al color. Elegancia asegurada, sin riesgos.


Esta nueva temporada estoy tratando de alejarme de la oscuridad. Quiero traerle a mi clóset aires renovados. Apenas empezó la primavera, surgió una pizca del color que estuvo en más de un outfit, y que compartí últimamente en Oh my blog. Hablo del naranja. Poco común dentro de mis elecciones, pero que por mis tonos naturales _rostro, pelo y ojos_ combina amablemente. Cada vez que lo elijo me siento viva y vibrante.
Pero ¿por qué?
En China, el naranja está ubicado entre el amarillo (color de la perfección) y el rojo (asociado con la felicidad): los dos últimos son considerados antagónicos pero a la vez recíprocos, como el fuego y la luz. Pero fundamentalmente, para los chinos, anaranjado significa transformación En el budismo, el naranja representa la iluminación y la perfección. A su líder espiritual, el Dalai Lama, lo vemos siempre vestido con esa tonalidad.
En otro sentido, el naranja también está vinculado con lo inoportuno, con lo que es bien personal. En síntesis, un color único, ubicado en un lugar diametralmente opuesto al formal negro. Podríamos decir que es el más osado. Le Heard establece una sugestiva relación entre el naranja y las pasiones amorosas negativas y desenfrenadas. Además podemos decir que el naranja es un color femenino, con aspiraciones de rojo masculino.
Maurice Déribéré indica que el anaranjado es ardiente y brillante. Estimula, o sea que puede irritar como lograr la calma. Sociabiliza e ilumina.


La elección de los colores no es casual. Ellos producen un efecto que no pasa inadvertido en nuestra percepción y conducta. La conexión que mantienen con los sentimientos demuestra que no se combinan accidentalmente. Están asociados no solo con nuestros gustos, sino también con las experiencias universales que están profundamente enraizadas en nuestro lenguaje y en nuestro pensamiento.
Un beso,
Guada
Fotos: Achu Arias
Vestido: Tucci
Poncho: Tienda Capsula
Collar: La farolera
Aros: Isadora
Zapatos: Jazmin Chebar
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