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Mi Día Mariposa




Viva. Estás viva

Viva. Estás viva

¿Qué harías de tu vida si fuera una vida de mariposa, un Día Mariposa, una vida de apenas un día?
Hace unas semanas lancé la pregunta como consigna y ahora me tenté con responderla.
(Valen todas las reglas. Aun siendo el único día, puede haber un pasado... Pueden vivir ese día desde la edad que tienen en este aquí y ahora).
Ante todo, volvería a parir a mis hijas.
Podríamos ahorrarnos el trabajo previo (de parto)... para caer justo en esos segundos, 5, 4, 3, 2, 1 en los que estaban naciendo.
Volvería a tenerlas por primera vez en brazos.
Me dejaría hipnotizar por sus ojos marcianos.
Creo, a decir verdad, que pasaría buena parte de ese Día Mariposa en compañía de ellas.
Pero rebobinemos o hagamos de cuenta de que di a luz en la madrugada (y ellas ya crecieron).
Volvería a despertar a eso de las 9 de la mañana y dedicaría 10 minutos a perderme en desperezos.
Habitaría cada célula para plenificar, para darle volumen, hondura a cada momento.
A cada momento

A cada momento

Desayunaría... sola. Ah sí.
Desayunaría un típico desayuno americano. Una taza grande de tres cuartos de leche y uno de café (y espuma)... y 2 medialunas recién salidas del horno de La Lucarna.
La Lucarna es un confitería de Pinamar, pero esperen, no desayunaría en Pinamar. Desayunaría en un café moderno -pero con estilo- en Barcelona. Barcelona es la única gran ciudad fuera de la Ciudad de Buenos Aires a la que mudaría por motu proprio.
Desayunaría leyendo un libro... El libro. El final del libro.
Desayunaría leyendo a un gran autor que vengo de descubrir... tan reflexivo como poético, de esos que en cada línea te elevan. En 45 minutos ya habría desayunado y tendría la novela leída completa.
De todas maneras, no miraría la hora. Ese día, mi único día, quizás sea más largo que cualquier día ordinario.
Después de desayunar me pondría los auriculares (habría armado una lista con los mejores temas... sin perderme cortinas de telenovela e intros de programas que miraba de chica), me subiría un colectivo de dos pisos, sin techo... y dejaría que el colectivo me vaya llevando por la ciudad... a su antojo. En algún que otro momento me levantaría para pedirle al chofer que frene. Bajaría con mi cámara en mano y sacaría fotos.
Me dedicaría también a caminar por las calles, a descubrir fachadas, paisajes, detalles arquitectónicos.
Anotaría frases.
Haría una lista de consejos vitales para dejarles a mis hijas.
Escribiría un breve post a lectoras del blog.
Le escribiría una carta a mi madre, padre, a mi abuela... y a... llamémoslo Hombre De Mi Vida (HDV).
Ah, sí.
Ese día, además de parir a hijas, después de desayunar y pasear por Barcelona, me iría a casar con el Hombre De Mi Vida.
Con unos 30 invitados. Pueden ser 50.
Mis mejores amigas, de infancia, del colegio, de Filo, Euge y alguna otra de Cuatro Cabezas, Leylén de mi época de actriz y teatro, mis amigas del blog, mis amigas actuales...
Y el resto de familiares fuera de los principales.
Y él, mi HDV.
Ma sí, voy a ser típica: me casaría en una playa.
Con mis hijas esperando ansiosas el momento del beso.
Besaría varias veces a mi HDV sólo para que Lupe ría.
Y ahora sí el almuerzo.
Un almuerzo en compañía de todos los invitados... ensalada fresca y pescado.
Tomaría limonada.
Brindaría con limonada.
Escucharía a mis amigas... las escucharía todo lo que no suelo escucharlas.
Propondría algún juego tipo Dígalo con mímica... para sacudir a los adultos de las rigideces sociales, y me reiría como tonta haciendo la mímica del título de alguna película. Me permitiría ponerme hasta nerviosa. Gritaría cuando mi equipo pierda... y también cuando gane.
Entre pitos y flautas, se haría la tarde.
Le haría un guiño a mi HDV y le diría de escabullirnos.
Nos tiraríamos en una hamaca paraguaya... Una holgada.
Cada uno de un lado.
Dejaría que me masajee la planta de los pies (sí, claro, si tuviera ganas).
Me iría durmiendo, sin quererlo.
Dormitando de a ratos, sintiendo el murmullo de las olas como telón de fondo y el coro de una docena de gaviotas.
Dormiría una siesta reparadora y al despertar, ya estaría en mi cama (vale transportarse en tiempo y espacio. Chocolate por la noticia, estarán diciendo a esta altura tus lectoras).
Al despertar... ah, sí... me dedicaría a hacer el amor.
Me perdería en el acto.
Me entregaría al acto.
Pediría todo y daría todo.
Gemiría, acariciaría, susurraría, suspiraría.
No forzaría el clímax.
Dejaría que cada micro momento suceda solo.
No sería yo misma.
Concluiría ese rato de intimidad con té chai y chocolate Lindt.
Ya esa altura estaría extrañando a mis hijas.
Ahora sí, miraría la hora.
Las 4.
Saldría de mi departamento al trote, corriendo las 2 cuadras que separan mi edificio de su jardín y colegio.
Sería la primera en llegar. Sorprendería a mi hija más chica.
Llegaría con un chocolate, una bolsa de pasas de uva y una botella de agua. Una botellita.
Abrazaría a Lupe y frente a su "¿mami, podemos quedarnos un rato?", respondería "sí, Lupe, sí, claro".
Saludaría a todas mis madres amigas pero esta vez no me quedaría charlando con ellas, me iría al ombú, a ayudar a Lupe que se trepó y tiene miedo de bajarse.
Le enseñaría a saltar desde ahí. Le agarraría las manos, a la 1, a las 2...
Ella se sentiría una diosa. Una reina. Una heroína. Se fascinaría con esa nueva destreza desplegada frente a sus amigas.
Hija menor disfrutaría viéndome jugar con ella. Yo disfrutaría viendo a ella disfrutar viéndome a mí jugar con ella (y sus amigas).
Quizás me anime a una mancha.
De cualquier manera, me haría la bruja, actuaría como tal, las correría (por el predio).
Llegaría el momento de retirar China, del colegio. Con otro chocolate, otra botella y varias entradas para ir al cine a ver... la película. Imagínense: Frozen, segunda parte.
Una buena peli de princesas con un buen equilibrio entre almíbar, brillo, reflexión y humor. Una de esas películas que, cuando salís, te hacen sentir en la Luna. O en Marte.
Accedería a comprarles todos los pochoclos que me pidan. Incluso accedería a un vaso de Coca Cola...
Saldríamos del cine entre transformadas y con sueño.
Mi HDV podría estar esperándome en casa para tomar mate o acaso un cafecito a modo de merienda.
Me tiraría al piso con varios papeles, lápices, crayones... témperas.
Probablemente hijas me pidan más de un dibujo. Dibujaríamos árboles, flores, una casa y una señora.
Sol y flor (por Lupe)

Sol y flor (por Lupe)

Pintaríamos concentradas, "como cada una quiera".
Tendría charlas amenas... con mi HDV, quizás con alguna amiga que me llame. O con mi madre que querrá comentarme los pormenores del casorio. Seguramente me felicitaría, estaría contenta. Me diría que me quiere mucho, yo a ella.
Respiraría hondo.
Pediría un tiempo para mí.
Me daría un baño de inmersión... agua entre caliente y tibia.
Meditaría.
Charlaría con Dios.
Le agradecería por tanto.
Le pediría un changüí, un tiempo suplementario, le diría que aún no estoy lista.
Lloraría.
Sentada dentro del colchón de agua tibia, prendería la ducha.
Fría.
Me iría despabilando.
Cerraría los ojos e imaginaría que estoy en la cascadita de San Javier...
Ma sí, vayamos.
Ahí, sintiendo la potencia del chorro de agua... sobre mi cabeza.
Sintiéndome montaña.
De la mano de mi HDV y de mis hijas volvería por el camino de tierra a la casa.
Ah, sí, tendría una casa en el medio de la sierras.
Me dejaría tomar por la sinfonía de la naturaleza.
Me dejaría raptar por esa circunstancia.
Finalmente cenaría liviano.
Liviano y casero.
Lo que otro quiera cocinar.
Pondría la mesa.
Comería despacio... Haría preguntas de rutina.
Observaría. Me quedaría observando.
Llegado un momento, no haría sino eso:
Querría apresar en mis retinas y oídos sus cuerpos... sus pensamientos.
Las grabaría para seguir escuchándolas en la siguiente vida.
No podría evitar emocionarme.
Volver a pedirle a Dios otros días.
Me arrodillaría, le rezaría a todos los santos, haría todas las promesas habidas y por haber con tal de que Dios ceda.
Me cuesta contar el final de ese día...
Me estoy trabando.
¿Todo vale?
Ok.
Después de aquella cena, después de abrazar a mis hijas, de hacerles mimos... de escucharlas, observarlas... contemplarlas... de dejarles las cartas escritas por la mañana, de subir el post a lectoras...
Después de besarlas y cantarles el arrorró y verlas durmiendo...
Con HDV a mi lado...
Entonces me limitaría a agradecer el milagro.
Creérselo para crearlo.
Me quedaría esperando que Dios, La Vida, La Naturaleza, La Inteligencia Cósmica, Intergaláctica o quienes Cuernos digiten el Gran Teatro... accedan a mi deseo.
Me lo concedan.
Me quedaría ahí, recibiendo la bendición de irme a dormir, sabiendo que mañana será otro día. Que todavía tendré otro día.
O quizás varios.
En mi deseo pedí muchos. Pedí más de 100 años.
...
Que así sea.
No me cansaría jamás de verlas dormir

No me cansaría jamás de verlas dormir

Las buenas cosas llevan tiempo

Las buenas cosas llevan tiempo

No voy a pedirles que me cuenten cómo sería su Día Mariposa, pero sí me gustaría que piensen en una escena que por nada del mundo se perderían: ¿cuál sería esa escena?
PD: Como siempre, para contactarme por privado, me encuentran en FB. ¡Muy buen martes!

¡Compartilo!

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