¿Él te miente con pavadas? - Créditos: Ilustración: Ariel Escalante
Por María Eugenia Castagnino
Habían quedado en que él te pasaba a buscar a las 21, después de su partido de fútbol, para ir a cenar juntos. Corriste un poco para estar lista a tiempo y, a la hora señalada, estabas divina para esperar su mensajito que dijera: "Amor, estoy abajo". Pero no. Luego de media hora de estar esperándolo, lo llamás: "¡¿No habíamos quedado a las nueve?!", le soltás. Y enseguida él arranca con las disculpas del caso: que salieron con los compañeros de la ofi más tarde, jugaron el picadito, se quedaron a tomar algo y se les hizo un poco tarde..., pero que YA MISMO está en el auto yendo para tu casa. Y vos, que tenés el oído afiladísimo, lo notás enseguida. Te está mintiendo y ¡todavía está en la canchita! Sabés que ese murmullo masculino que viene del fondo y esa musiquita no provienen justamente del estéreo de su auto. La sensación es conocida: las consecuencias pueden ser mínimas –como una llegada tarde–, pero también a veces ponen en jaque el pacto de confianza de la pareja y pueden hacer tambalear el vínculo.
¿Por qué mienten?
Aparentemente, nada tiene que ver la maldad. En general, lo hacen por sentirse "perseguidos", presionados o juzgados por sus respectivas mujeres por lo que hacen o piensan. O porque les da vergüenza admitir que sí, que hablan tres veces por día con su mamá, entonces es mejor decir que "es un cliente". O mienten para mantener su libertad y no tener que andar rindiéndole cuentas a nadie. Y que no nos extrañe que muchas veces nosotras también tengamos algo que ver, porque muchos hombres admiten hacerlo para evitarse un rollo innecesario o una discusión que arruine la posibilidad de pasarla bien.
Romper un acuerdo
Hay mentiras y mentiras. No todas pesan lo mismo ni tienen el mismo valor moral. Algunas pueden comprenderse si una las mira en retrospectiva, por ejemplo, si en la primera cita te dijo que era veterinario y después descubriste que le faltaba un final para recibirse. OK, capaz fue porque no quería sentirse menos que vos o porque, en el fondo, a él mismo le cuesta admitir que todavía no se puso las pilas con ese examen. Pero también están las "mentiritas cotidianas", esas que se cuelan en la rutina y que pueden detonar discusiones bizantinas. Como cuando van caminando de la mano por la calle y se cruzan con un minón escultural, te das cuenta de que a él se le van los ojos y le apretás fuerte la mano. "No la estaba mirando, te juro...", te asegura. Y en la era de las redes sociales, ni hablar ("¿no me habías dicho que no tenías a tu ex en Facebook?"). Sin embargo, en general, no vale la pena detenerse demasiado ahí, porque lo que hay que preguntarse cada vez que estamos frente a una mentira es: ¿se está rompiendo algo de ese acuerdo que tenemos como pareja? Ese es el límite sobre el que hay que estar atentas: que llegue tarde porque se quedó a tomar una cerveza más con los amigos... vaya y pase. Pero cuando la mentira pasa de ser tan solo una cuestión evitativa –"miento para no tener bardo con mi pareja"– y se convierte en una conducta repetitiva o que afecta la confianza, hay que observarse y replantear las condiciones para seguir estando juntos.
¿Qué hacer si descubrís una mentira?
Bajá un cambio: OK, no es sencillo no saltarle a la yugular y repetirle "sos un mentiroso" como un mantra maldito. Las reacciones en caliente sirven para descargarte, pero nunca son un buen camino si querés saber de dónde viene la mentira o qué otras cosas hay detrás de eso. Por otra parte, si siempre te brotás como una loca, lo más probable es que tu pareja prefiera seguir ocultándote cosas por temor a un nuevo estallido. Por eso, siempre es importante observar qué cuota de responsabilidad tenemos nosotras en esas situaciones; si te das cuenta de que te miente en pavadas para evitar tus sermones quemabochos, quizá tengas que bajar un cambio y generar un espacio donde él se sienta cómodo yendo de frente. Vas a ver cómo se da vuelta la historia. El reto y el control son más propios de una madre que de una pareja, de un par. Así que fijate dónde estás parada.
Fortalecé la confianza: el ocultamiento y la mentira pueden pensarse como un sinónimo del engaño. Y engañar es la antesala de la hipocresía. Y a veces, la verdad (si es muy cruda) puede generar rechazos. Y el miedo a ese rechazo hace que la mentira aparezca como una solución brillante y no tan radical. En definitiva, cuando aparece una mentira en la pareja, hay algún cortocircuito en ese círculo de confianza que es necesario reparar. Para eso, nada mejor que el diálogo, desnudar lo que les pasa a ambos –decile cómo te sentís cada vez que te miente– y darle la confianza necesaria para sentir que puede contarte cualquier cosa. No te enrosques tanto –si se va un fin de semana con sus amigos, que cada noche no se vuelva un tedioso interrogatorio policial–. Por eso, confiá en que él puede pasarla bien sin vos y tener sus espacios de intimidad propios. En definitiva, vos también tenés los tuyos y muchas veces tampoco tenés ganas de compartir TODO con él.
Revisá tu propio historial: ¿y por casa cómo andamos? Nos quejamos cuando él miente, pero prestemos atención, porque quizá nosotras tampoco nos quedemos atrás. Sí, probablemente también sean cosas mínimas y sin importancia –"¿Este jean? ¡Nooo! No es nuevo, es re viejo, hace mil que lo tengo…" o "te juro que te re acompañaría a lo de tu vieja, pero estoy tapada de laburo..."–. ¿Te suena? Empezá entonces a erradicar aquello que no querés que tu pareja haga con vos.
En definitiva, todos queremos ser más sinceros primero con nosotros y después con los que nos rodean. Sin dudas, elegir la verdad es también empezar a ser más genuinos. Aunque, por supuesto, esto implique un costo, porque no podemos agradarles a todos, pero sí ganaremos relaciones más profundas.
Tampoco hay que decir todo
Por Walter Riso*
No hay parejas "totalmente transparentes". No debemos contarle compulsivamente todo al otro. Las personas tenemos un territorio de "reserva personal", un espacio vital a partir del cual nos sentimos amenazadas si alguien lo traspasa. Si pudiéramos entrar en la mente de la persona amada, sin obstáculos, con seguridad nos asustaríamos, ya que todos tenemos reservas de sumario, lugares donde solo cabe uno y alguna que otra perversión.
Si no existiera esa territorialidad, esa individualidad, la pareja entraría en una especie de fusión y terminaría devorándose a sí misma.
* Psicólogo y autor de Manual para no morir de amor, Ed. Planeta.
Experta consultada: Lic. Patricia Faur. psicóloga y autora de Amores posibles, de Ediciones B.
¿Te pasó? ¿Descubriste alguna mentira de tu pareja?
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