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Mucho, fuerte




- ¿Por qué vos sos mamá? -me preguntó el otro día mi hija.
- Porque sí, mi amor, qué se yo... porque salieron de mi panza ustedes... Lupe y vos estaban acá adentro y un día salieron.
- ¿Yo primero?
- Sí, sí, vos primero...
- Y era quiquitita así- dice, haciendo una marca con los dedos.
- Sí... bueno, no tanto... así eras –le contesto corrigiéndole la marca-. Cuando eras muy chiquita todavía estabas en la panza.
- Quiero.
- ¿Querés qué?
- Quiero meterme. Ahora.
- ¿Dónde?
- En tu panza, mami.
- Jajaja... No, China, ahora no podemos.
- Quiero, quiero, quiero estar adentro de tu panza... -exclama haciendo puchero.
Así como leen, mi hija anda medio obsesionada con volver a meterse en mi panza... y yo traigo a colación su deseo porque me pareció una linda metáfora de la sensación que hoy tengo. Una buena imagen de estas ganas de acucharme, de acurrucarme calentita y blanda en algún rincón "a salvo" de todo... confortable, bello, fácil.
Sí, aunque me tilden de naif y tonta, hoy reivindico un momento pacífico, para mí y para el resto.
Suspendernos un día en un líquido amniótico que nos proteja de los filos y de las rigideces, que nos proteja incluso de nuestros propios juicios. Un sistema que de modo espontáneo satisfaga las necesidades más profundas y básicas de todos los seres vivos. En el que los bebés duerman plácidamente, los chiquitos jueguen, se rían, digan pavadas... y los adultos nos permitamos equivocarnos sin juzgarnos tan severamente. Equivocarnos en un sentido menor, no grave. Borrando de base todo lo retorcido, lo enfermizo, lo insaciablemente codicioso, avaro; toda la competencia de los egos soberbios, desleales, trágicos, por así llamarlos.
Un paréntesis utópico quizás... en el que nadie sufra en lo profundo; en el que podamos reposarnos un rato, abrazándonos, reconociéndonos como coetáneos, como sobrevivientes de este Despelote al que fuimos arrojados, del que nada sabemos y por el que todo damos, como digo habitualmente.
Tal vez sea una reverenda pavota idealista que todavía se ilusiona con una Vida más consciente y con menos dolor al cuete. Tal vez lo sea, pero qué va, prefiero hacer el ridículo y que alguien se mofe de mí a dejar de proyectar el norte, el ideal de Mundo con el que sueño (y por el que trabajan la mayoría de ustedes). Aunque me desvíe, aunque cueste, aunque me sienta sola por momentos, aunque me exponga... e incluso aunque le yerre.
- ¿Querés que te abrace, China?
- Sí, mami. Mucho, fuerte.

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