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Mucho




Odio encontrarme a mí misma comparándome con otros.
No es muy elegante, pero lo confieso: cada tanto, cuando soy presa de esa bien humana inseguridad, me veo con la regla, midiéndome con cualquiera en condiciones similares.
Si estando en esa sintonía (cosa que me venía sucediendo con intermitencia en las últimas semanas), me cruzaba virtual o realmente con una mujer entre veintipico y 40, con inquietudes parecidas, ni hablarles si además coincidíamos en el oficio/arte... no podía evitar poner a compararme.
Y lo fatal de esas evaluaciones es que siempre por algún u otro motivo "perdía". Me veía menos XXX que la otra mujer/ejemplo. Ah, sí, porque como no soy afecta a la envidia, en seguida ese/a otro/a pasaba a ser toda una referencia.
"Y yo, pobrecita, a la que todo le cuesta..." ppppfff.
Siento pudor haciéndoles esta confesión, pero créanme que hay momentos en los que acuso un funcionamiento que no es mío, por así decirlo, que lo heredo... ¿que me contagia el sistema en el que vivo?
No lo sé. Es verdad que un grado de competencia es estimulante, pero cuando todo se rige en esos términos, cuando una olvida la profunda verdad de que somos todos lo mismo y que todos VALEMOS... por el hecho de estar vivos y encarnar, cada uno, a su modo, un hecho creativo único, bello, diferente al resto... Que en todo caso somos nosotros, cada uno, los dadores de sentido y valor, que debemos hacernos cargo de lo que "nos tocó", de aquello que -dirán algunos más creyentes- el alma eligió segundos antes de tirarse al precipicio...
Cuando esas intuiciones dejan de estar enraizadas y se cuela el miedo... ahí empiezo el juego de la regla, del intentar elucidar cuánto valgo en contraste con un otro... de victimizarme por falta de reconocimiento, aceptación, afecto.
Lo feliz fue que el domingo le dije a Fede: "estoy volviendo a sentirme agradecida". Cursi y repetida esta expresión, pero qué alivio cuando se la vive. Qué lindo cuando una puede abrir los ojos y decirse: "Cuánto". Creérselo. Y también poder darle crédito a las palabras de un desconocido, de un ser humano también valioso, que te dice: "gracias, me gusta leerte, me hace bien hacerlo". ¿No es acaso suficiente?
¿No es acaso suficiente estar escribiendo a diario y poder ser bien recibida por muchos? ¿No es acaso suficiente estar encaminada, avanzando lento como elegí hacerlo? ¿No es acaso suficiente estar sana, con una familia entera, con amigos reales que me quieren?
No sé si será suficiente, pero sí puedo decir que es mucho. No para vivirlo con culpa (oops), sino para no dejar de agradecerlo.
Y ustedes, ¿cuánto se encuentran comparándose con terceros, mal que les pese?

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