Arranqué el fin de semana con un abombe considerable. ¿Querías ponerte los pantaloncitos y salir de noche? Y bueno, ahora bancátela... pero mucho más no cuento porque todo el periplo del viernes merece un post aparte, para que se sigan (o me siga) riendo de mis aparatosidades.
Volvamos a la escena del sábado por la mañana. Yo hecha una planta, por tirar una metáfora amable, echada en el sillón del living, marido socorriéndome con desayuno de Starbucks (lo que es un mimo) e hijitas dando vueltas a mi alrededor cual monitos. Me toqueteaban y jugaban a curarme, a ponerme aritos, a pintarme la cara. Y parece que la Operación Rescate surtió efecto porque sin ánimo de mofarme (o con él), tuve uno de los fines de semanas más panchos y menos neuróticos -de poca cabeza y mucho cuerpo- del último tiempo.
Hijas rompieron los quinotos, como de costumbre, pero sus padres no las padecimos (tanto). Entre los adultos no hubo riñas ni tironeos, comimos rico, nos dimos algunos gustos, jugué a la artista con las fotos (me colgué con imágenes) y me entregué de lleno a determinados momentos:
Entrar a una casa de origami, "permiso, ¿puedo fotografiar a los pajaritos?" "Sí, por supuesto". Y a los 5 minutos, retirarme con retoñas... con 2 ranas. Con dos ranas de papel que le habían sido obsequiadas por el anfitrión del negocio.
Que la enana menor se planche -oh casualidad- justo antes de entrar a tomar un cafecito. Salirme de la inercia, pedir capuchino en lugar de lágrima, que China se tome -con deleite- todo su frappé (jugo helado) de mandarina, jengibre y naranja.
Leerle a la mayor un cuento de princesas. Uno no, tres. Y lejos de horrorizarme o asquearme y llenarme de juicios severos, encantarme yo también con aquellas anécdotas, que la aguamarina, que la estrella de Persia, que la leyenda de una reina bella, inteligente, amable, etcétera.
Que luego de eso Fede tire como si nada, como si desconociera el valor que para mí tienen esas palabras: "¿Le quieren regalar a mamá un libro? Y un rato más tarde me diga: "Dale, elegilo tranquila, nosotras nos vamos al parque".
Acampar el domingo en una plaza vacía, cerquita de casa. Pic-niquear. Todos los traspiés típicos: pis, caca, yogurt líquido caído, mucho calor, falta de agua, y aun así, reírnos. Oh, sí, reírnos. Bueno, un rato, ya luego mi alegría tonta se empañaría (unos minutos) porque Fede de golpe se entraría a sentir muy mareado y tendría que volverse a casa.
Y ahora que recuerdo hubo otro momento tenso con una vendedora o dueña de local muy maleducada (o mal-aprendida) que, con los peores modales, me mandó a "cuidar" a mi hija... y me reservo la delicia para otro día de la semana... porque sí, porque en términos generales (podría seguir enumerando más postales, pero no quiero bombardearlos con estímulos)... fueron días pum para arriba, fáciles, beios, entusiasmados, risueños... No. No puedo quejarme.
¿Cómo vivieron estos últimos días ustedes? ¿Algún momento que se destaque del resto? ¿Y hoy cómo se sienten?
Un cielo de papel. Recomiendo que se pasen por ese local. Malabia casi Soler.
Croac, croac
Mmm, me lo tomo rápido antes de que se despierte mi hermana
Pura facha
Palito, bombón, helado para mis chicas
Mini árbol. A veces cumplo con alguna que otra tradición, (¿ustedes?)
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