Newsletter
Newsletter

No quise, no quiero, ni querré ser madre (por quentin_bocayuva)*




*Texto escrito por quentin_bocayuva en el marco del taller de expresión escrita (grupo presencial).
Desde que tengo uso de razón, me di cuenta de que hay tres cosas que, para el ciudadano de a pie, son inadmisibles: que no sepas jugar al truco, que no te guste Mar del Plata, y que no quieras tener hijos.
No importan las circunstancias, no importa el contexto, cada vez que admito alguna de estas verdades, noto que se hace el silencio más rotundo, y que la mitad, las dos terceras partes o la totalidad de los que me escuchan se convencen automáticamente de que "me falla".
Para mí, desde siempre, hablar de la maternidad significa justificar, como si hiciera falta, por qué no quise, ni quiero, ni querré ser madre.
Y tener que explicarme ni siquiera es lo peor. Lo peor es que no me creen, y casi puedo escuchar, como si estuviera viendo una película extranjera subtitulada, las verdaderas razones que le encuentran los demás a mi absoluta falta de instinto maternal.
Digo –por decir algo– que mi marido ya tiene 64 años y escucho: "no se le para". Digo que yo ya tengo 44, y a la que no se le para es a mí. Digo que nunca, ni de más joven, quise tener hijos, y escucho "quería, pero no tenía con quién", y todo así.
Muchas cosas son perdonables, pero ser voluntariamente estéril, no.
Me he encontrado explicándole por qué no quiero ser madre a una pareja swinger que nos abordó en un hotel de Cancún. De más está decir que, gracias a Dios, terminaron declinando. Una cosa es ser promiscuo, y otra muy diferente, y mucho más grave, no querer cambiar pañales.
Y la verdad es que lo mío es mucho más simple.
No quiero tener hijos por la misma razón por la que no quiero que me hagan un conducto sin anestesia: no tengo ganas de sufrir.
No quiero tener un atraso, no quiero hacerme un Evatest, no quiero hacerme una ecografía y fingir que le veo brazos y piernas a una mancha sin forma.
No quiero elegir nombres. No quiero elegir padrinos, para terminar quedando bien con media familia y peleada con la otra mitad.
No quiero andar nueve meses con panza, ni seis, ni tres.
No quiero la peridural, a no ser que tenga una fractura expuesta y me la tengan que acomodar.
Reivindico mi derecho a conservar mis tetas tal como están, y no dárselas a nadie, ni quince minutos de cada lado ni a libre demanda.
Reivindico mi derecho a seguir saliendo de casa con una simple cartera, sin cambiador, ni pañales, ni mamadera, ni sacaleche.
Reivindico mi derecho a dormir cuando tengo sueño y a comer cuando tengo hambre. No quiero, no quise, ni querré ser madre porque me gusta mi vida tal como está. Y, si algo de mi vida no me gusta, no poder cambiarlo a piacere porque hay un tercero al que mis decisiones lo pueden afectar para siempre, es un compromiso que no puedo ni quiero aceptar.
Al mundo no le hace ninguna falta que yo me ponga a tener hijos. A mi mundo personal no le hace ninguna falta un hijo para estar completo, ser bien redondito y girar como Dios manda.
No hay mucho más que pueda decir en relación a la maternidad. Ir más allá de explicar mis razones, subjetivas y personales, sería avanzar en un terreno que no conozco, pero que es familiar y grato para millones de mujeres, entre ellas mi mamá. Al fin y al cabo, si ella hubiera pensado como yo, hoy no estaría acá escribiendo este texto.
¿Ustedes qué piensan? ¿Les pasó de sentir alguna vez algo similar? ¿Tienen alguna amiga que comparta este punto de vista?
Reflexión de Inés: Siempre se asocia la maternidad con el no-egoísmo, pero en un mundo superpoblado querer tener hijos quizás sea un deseo tan egoísta como muchos otros deseos humanos. Para seguir pensando.

¡Compartilo!

En esta nota:

SEGUIR LEYENDO

“Muchacha, hacete el Papanicolaou”

“Muchacha, hacete el Papanicolaou”

Tapa de revista OHLALA! de mayo 2025 con Lali

 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2025 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP