"Probablemente el blog sería distinto si no me leyera mi marido (ni mi padre, ni mis hermanos, ni mis suegros, ni nadie que me conoce desde antes)" pensaba el otro día para mis adentros, en un charla en la que algunas de ustedes contaban cómo funcionaban sus parejas en relación a este ámbito.
No lo sé bien, en parte es un incógnita... "¿Cómo sería si...?" Pero convengamos que cuando las mujeres nos expresamos entre nosotras, y sólo nosotras, hablamos de otro modo, e incluso nos decimos otras cosas. Nada que los tipos no sepan y no hagan, a su manera. Hay códigos de género, no digo nada nuevo.
A veces me he visto en algún que otro aprieto. Con las ganas de gritar una puteada muy direccionada (no estoy pensando en nadie, no se atajen), pero sabiendo que no era el lugar para hacerlo. Que cuando escribo acá debo integrar todas las Ineses en un mismo plano y hablarles a todos. Incluidas mis nenas, que seguramente el día de mañana también (¡ojalá!) me lean. Es difícil y limitante en un sentido, pero obviamente, en otro, te obliga a un ejercicio de comunicación, simpleza y ecuanimidad que vale la pena... no? Sí, lo vale.
Además, sería una estupidez de mi parte pedirle a la gente más cercana que jamás me pispee, como si el blog fuera un ámbito de mi más absoluta privacidad, y no quisiera que ellos se enteraran de lo que aquí pasa. No sé si la palabra es "estupidez", pero lo cierto es que ya le tomé el gustito a tenerlos a todos de interlocutores (imaginarios), que de verdad, sería raro. Y por otro lado, como ya digo, son las reglas. Si escribo en un espacio público, ¿quién soy yo para decirles que no entren, que se queden afuera?
Ahora bien, en mi caso yo estoy expuesta de pies a cabeza, pero ¿qué pasa con ustedes? En principio ¿cómo me pega a mí saberme leída por sus parejas, cuando esto ocurre? (circunstancia en la que no había reparado hasta la charla del sábado pasado...) Lo primero que siento, que sentí en ese momento fue miedo, pánico. Ahh. ¡Mirá! No vaya a ser que en medio de una pelotera, el muchacho termine tirando frases como "¡¿y quién te dio esa idea, a ver?! ¿Pero qué sabe esa mina, ehh?" No es que me sienta tan influyente, noooo, pero es inevitable que un poco nos contagiemos lo que pensamos (a veces). Yo escribo, ustedes me leen, y viceversa; todo el tiempo hay intercambio.
"Pero ya, nena", me dije segundos después, "no te asustes, tus ideas no son tan alocadas, por un lado y los hombres no siempre muerden. Además son las reglas, las mismas reglas que rigen para "los tuyos", rigen para cualquiera. Si es un espacio público, ¿cuál es? Si encima pretende ser un espacio profundo, calar hondo, ser abierto y nutrirse de la multiplicidad de diferencias, ¡¿cuál sería el problema?! Más aún, ¿Por qué no volver a invitarlos, e insistirles a los pocos o muchos varones que nos leen (ya sé que están los indiferentes también) a que se expresen? ¿Habrá algún valiente? Ejem...
¿Les da miedo, vergüenza o les molestaría que sus parejas las lean... o todo lo contrario? ¿Cuánto le cuentan a sus parejas de lo que acá sucede? ¿Les gusta compartir algo de lo que se reflexiona cada tanto o prefieren guardárselo solo para ustedes? ¿Ellos muestran interés o indiferencia?
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