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 • HISTORICO

Nueva York en su mejor momento: vestida de Navidad y llena de luces

Las vidrieras de la 5ta Avenida y Dyker Heights en Brooklyn son epicentros de las mejor decoración navideña


El edificio de Cartier, vestido para Navidad. Mariana Eliano

El edificio de Cartier, vestido para Navidad. Mariana Eliano



Sólo con recorrer la 5ta Avenida, haciendo de cada vidriera una parada, implica abordar un viaje de día completo que puede durar mucho más que 24 horas.
El árbol más famoso: el del Rockefeller Center. Mariana Eliano

El árbol más famoso: el del Rockefeller Center. Mariana Eliano

El primer hito de este recorrido es conocido: el árbol del Rockefeller Center. Hace 80 años que convoca multitudes. Las 50 mil luces que adornan el árbol se encienden y frente a él, del otro lado de la peatonal que jalonan ángeles con sus trompetas, la fachada de Saks Fifth Avenue se convierte en el castillo de Blancanieves. Cambia de color, se llena de destellos, se transforma, crece, desaparece y vuelve a aparecer: un show que mantiene al público allí presente boquiabierto y brazos en alto sosteniendo el celular.

Vamos a brillar

Saks no es la única gran tienda de lujo que se permite estos costosos despliegues de ingenio y creatividad. En el diciembre de Nueva York, donde a las cuatro y media de la tarde ya es de noche, las vidrieras irradian su propia luz. Maci’s, Bergdorf Goodman, Lord & Taylor, son nombres poderosos de la 5° Avenida. Bloomingdale’s relumbra en Broadway, y así, en cada barrio neoyorkino, en cada calle, hay una firma comercial echando chispas de alegría navideña.
Las vidrieras de Bergdorf Goodman. Mariana Eliano

Las vidrieras de Bergdorf Goodman. Mariana Eliano

Son expresiones de la más variada estética, al punto de que la Navidad es, en muchos casos, sólo una excusa. Hay renos, nieve, papásnoeles, ardillitas, pero mucho más Importan la sofisticación, los personajes animados, la escenografía impactante de argumentos libres curados por especialistas de renombre.
Si a diario estas empresas se miden en la oferta de sus productos, a fin de año libran la increíble batalla de sus propios mundos de fantasía.

El delirio de Dyker Heights

Una casa decorada en Dyker Heights, Brooklyn. Mariana Eliano

Una casa decorada en Dyker Heights, Brooklyn. Mariana Eliano

En Dyker Heights, barrio de casas y mansiones al suroeste de Brooklyn cuyos residentes son de origen italiano y cuentan con economías muy holgadas, las propiedades se convierten en juguetes de tamaño real. Casas y jardines son transformados por obra de expertos en el arte de decorativo, de tal manera que fachadas, cumbreras, ventanas, pórticos, barandillas, árboles, arbustos, verjas… relucen ribeteado por infinidad de luces (de led) en todas las expresiones posibles, monocromáticas o multicolores. Aquí también se pone de manifiesto el carácter competitivo de esta sociedad exitosa (y a mucha honra), al punto que las casas que mayor despliegue muestran quedan anuladas por los efectos lumínicos del led.
Todo empezó en 1986, cuando Lucy Spata se atrevió a iluminar su casa con luces navideñas, y soportó las críticas de sus vecinos sin arrepentimientos. Tres décadas después, la costumbre que Lucy inauguró se viralizó en el barrio. Si su casa es la más famosa (la 1152 de la calle 84), “habitada” por un ejército de soldados y otros personajes, en la vereda de enfrente impresiona la de la familia Polizzotto (en el 1145 de la misma calle), con un mega Santa Claus animado y calesitas en acción. Las casas más espectaculares están entre las calles 83 y 86 y las avenidas 11 y 12.
Renos, muñecos de nieve y toda la parafernarlia navideña al servicio de la decoración en Dyker Heights, Brooklyn. Mariana Eliano

Renos, muñecos de nieve y toda la parafernarlia navideña al servicio de la decoración en Dyker Heights, Brooklyn. Mariana Eliano

En las áreas verdes tampoco se libran de tener que albergar muñecos de múltiples tamaños que representan soldados, bailarinas de cajita de música, el Santa Claus gigante que abre y cierra los brazos, calesitas con personajes de cuento. Son varias manzanas que registran este fenómeno al que, por supuesto, no hay visitante que se resista. De hecho, se organizan tours para ir a verlas. Parece ser que más de un dueño de casa se queja de la invasión de turistas. En comparación, las luces del abeto de Rockefeller Center quedan reducidas a escala de lamparita de boliche.

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