El vino de anoche se transformó.
Leve resaca en forma de alfileres filosos a los costados de la cabeza que se siente hueca, salvo por una enorme bola de bowling rebotando contra los costados cuando doy vueltas en la cama. Me despierto en Palermo. Esto no es Paris y tampoco está el amor a la vuelta de la esquina cuando salgo a tomarme el subte.
Leve resaca en forma de alfileres filosos a los costados de la cabeza que se siente hueca, salvo por una enorme bola de bowling rebotando contra los costados cuando doy vueltas en la cama. Me despierto en Palermo. Esto no es Paris y tampoco está el amor a la vuelta de la esquina cuando salgo a tomarme el subte.
Llego tarde a la agencia. Los mismos sospechosos de siempre. El jefe con neurosis acentuada grita desde su oficina vidriada y todo retumba afuera y adentro de mi cabeza. Me llama con un dedito acusador a su oficina ni bien hacemos contacto de ojos. ¡Qué tipo con poca paz! Le devuelvo la convocatoria con un gestito de "Pará que necesito un café y ya voy" y le hago un revoleo de ojos a Pedro que observa la escena callado desde su escritorio. Bajo el primer sorbo con dos ibuprofenos. Es cuestión de esperar un rato.
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