
Ayer me pasé la tarde vomitando.
Resulta que llegó T y con ella, medio local de Havana. Me zarpé con los havannets y luego, claro, pagué las consecuencias.
No me sorprendió. Con cada bocado, sentía cómo se iba gestando la indigestión, pero igual seguí.
Me pasó lo mismo una vez con unos chipacitos (puaj!, nunca pude volver a comer después de esa oportunidad).
Cómo somos a veces, no? Qué desmedidos. Cuál es el placer del exceso? De verdad me lo pregunto.
Por qué tantas veces comemos hasta reventar? Por qué nos arrebatamos con el sol, si es obvio que a la noche nos vamos a querer matar?
Por qué la falta de voluntad?
Es falta de voluntad?
Nicolás es muy empático cuando me enfermo y me cuida como si fuera su hija (que realmente es lo que más necesito en ese momento). Es raro, porque ni su madre ni su padre se ocupaban mucho de sus hijos cuando Nico era chiquito. Ni en la salud, ni en la enfermedad, así que el ejemplo no lo tiene. Será por la falta? Será que es consciente de esa falencia y por eso él buscó revertirlo?
Si uno fuera más consciente de aquello que le faltó de chico, creo que el mundo sería un lugar cada vez mejor.
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