Lo que daría en este momento por algo dulce. No tanto por un chocolate, sino por una de esas obleas bañadas en chocolate (blanco o con leche) marca Bon o Bon, para mojar en el tecito tibio... O por uno de esos cubanitos rellenos, de envoltorio rojo, que están siempre al lado de la caja del chino...
Mmm, quiero.
No concibo el ritual nocturno, post dormida de niñas, sin ese detalle.
Las más de las veces es Federico quien se ocupa de traérmelo. Y esta semana que el que les jedi está de viaje, me olvido de comprármelo (no compro en cantidad para acumular porque de lo contrario, me tiento).
Si tuviera un kiosco enfrente del edificio, o en la esquina, me pegaría una corrida (estoy sola, las niñas dormidas), pero no es el caso. Si fuera más caradura (lo soy para algunas cosas), me animaría a tocarle el timbre a la vecina... pero no, me sentiría azúcar-adicta...
Y no, no puedo dejar que el ritual que más festejo cuando llega (si es que estoy despierta, ya saben, son muchas las veces que en el dormir a niñas caigo con ellas) se empañe por esa carencia.
Tengo todo lo que necesito. Un silencio tremendo, nadie esperándome en el cuarto, o sea, todo el living y el cuarto para mí sola, para que yo despliegue mis elementos, la computadora (en la que pongo la música o escribo), 2 o 3 libros, las monedas de 10 centavos que uso en reemplazo de las del I-Ching, por si necesito preguntarme algo, la taza de té (eso sí no podría no tener en este momento)... y encima de todo, tiempo.
Si es que resuelvo este escrito sin muchas vueltas (espero) puede que me queden algo así como 2 horas limpias para... para lo que quiera. Para leer, para escribir, para seguir preparando las clases, para respirar con ojos cerrados bañando de aire el centro, para acurrucarme con Dios... para fantasear con destinos probables... para...
Solita conmigo solita... sin conexión web, sin tele, sin teléfono sonando... ustedes de momento, interlocutores imaginarios y quien suscribe... aquí, en silencio, por fin, silencio, dándonos una panzada de libertad... "bien rica", como diría mi amiga Rossana... riquísima, aunque me falte el chocolate, pucha, cómo pude olvidarme...
Pero bueno, con o sin obleas, con o sin galletas, no puedo dejar de festejar, de alegrarme y de agradecer estos paréntesis de soledad... que tanto bien me hacen.
Que tanto bien nos hacen.
(sobre todo a las madres)
De su ritual nocturno (post dormida de hijos), ¿qué me cuentan? ¿Cuánto se encuentran a solas con ustedes?
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