Me pone loca cuando lo escucho a mi viejo diciéndome "vos deberías haberte recibido", "eras tan brillante", "me prometiste que ibas a tener el título (de Filosofía)" "o si hubieras seguido Abogacía, como querías" (?), etc. Les juro que en esos momentos me agarra urticaria, alergia, una picazón en el alma que por mucho argumento que tenga (y exprese), no cesa. Yo que me jacto de haber siempre seguido mis corazonadas, de haber hecho el camino más auténtico... que me reconozco estar haciendo lo mejor, esmerándome a cada rato, pelándome el culo no sólo por crecer en un sentido vocacional y concreto, sino también humano, interno, no sé cómo llamarlo. Justo a mí me toca ese padre virginiano/metódico/estructurado que no entiende que no tener un título firmado por terceros, de un saber o una propiedad, no significa fracaso. Y que aún si hubiera fracasado en algo (¡¡¡qué necesario!!!), no sólo no tiene sentido reprochármelo, sino que hacerlo... me hace daño.
Todos nos equivocamos. Todos tenemos dudas, dilatamos decisiones, cometemos errores. Aún los que -de afuera- parecen más acertados, aún aquellos que siguen el Manual del Buen Ciudadano al pie de la letra.
Y si un hijo en algún momento está complicado, démosle una mano. Yo siempre pienso a mis tiranas como jugadoras de un deporte... Si en algún momento se caen, la pifian, se desmoronan, o lo que fuere... voy a estar ahí para alentarlas, para que sigan, para que no decaigan. Por lo demás, nadie puede ahorrarle a nadie errores y caídas, porque la esencia de la libertad, de la dignidad humana está ahí misma comprometida. Podemos esmerarnos en crecer y ser mejores (¿qué significará?) y darles un modelo, una referencia, un ejemplo del que de verdad aprendan.
Pero tal vez tu hijo simplemente tenga otra idea de la vida, otros gustos, ¡otra conciencia! Y quizás no esté pasándola mal, al contrario. Ese es mi caso, por eso me enojo tanto. Porque a pesar de tener obstáculos, mucho laburo, 2 reinas que me demandan, un marido que viaja, a pesar de no tener mi propia casa... soy feliz y disfruto mi vida, y TODO lo que ella implica. Amo lo que soy y amo lo que hago; y si cada tanto me quejo es porque la vida es movimiento y cambio, y necesito dejar, correr, soltar, corregir, ir aprendiendo. Pero la esencia, el norte, el centro permanece intacto.
Y sé que mi papá sabe TODO ESTO. Y que él me valora muchísimo. Y también sé cuánto me ha ayudado, cuántas manos me ha dado, en todo momento (...) Por eso, pa, (intuyendo por donde viene el mambo) no te sientas en falta, al contrario. ¡¡¡Mi vida es preciosa e hiciste lo mejor que pudiste!!! ¡¡¡Gracias!!! Al menos acá la estamos pasando bomba, no es cierto???
¿Cómo llevan Uds. las expectativas de sus viejos con respecto a sus vidas?
PD: Ahí estamos, en esa casita. ¡El sol está saliendo! ¡Viva!
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