Y llego al viernes con tal pereza orgánica... que ya mismo me echaría panza arriba, sobre el pasto, en un rincón soleado, y a olvidarme de mí misma.
Y uso "olvidarme de mí misma" en el sentido en el que veníamos usándolo (más que olvido, la posibilidad de re-habitarnos).
Ya ayer, mientras iba caminando rumbo a la clase de yoga, me dije: "esta clase voy a regalármela." No debería ser necesario que me lo diga, parecería una redundancia... pero la última vez me había pasado de estar en la clase y estar en cualquier lado. Perdiéndome la atención sublime que te permite redescubrir las piernas, lo poco despierta que la izquierda está en relación a la derecha, lo difícil que es abrir los dedos de los pies, hacia afuera, lo complejo de construir la verticalidad desde la presencia en el centro (bajo), y no desde una puesta voluntaria de la columna...
El alivio, la gratitud, la correspondencia con el alma... que se siente en esa postura que –¿por error?- la profesora hizo. Digo "por error" porque veníamos practicando una secuencia fija, de movimientos articulares, "sin ásanas por 3 meses"... y justo ayer jueves introdujo una variante de la postura del niño.
"Postura de reverencia", tiró. ¡Ay, gracias!
...
Así, agradecida, sin más pensamientos que el de un cuerpo que disfruta del descanso, que se lo permite, me despido.
¡Feliz fin de semana!
¿Y ustedes cómo la terminan? ¿Pensamientos al vuelo que se les ocurran en este preciso momento? ¿Planes, deseos, proyecciones para los próximos días?
Ilustración by Sonia Esplugas
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