Anoche fuimos a cenar un restaurante, como tantas otras veces. Y, como tantas otras veces, fuimos con el Benja, quien suele dormir plácidamente mientras sus padres cenan y conversan animadamente. Siempre nos organizamos igual: vamos con el huevito y al huevito lo colocamos en una de las sillas. Bueno, anoche hicimos como siempre, pero con la particularidad que, una vez concluida la cena, adivinen qué? Nos levantamos y nos fuimos. Nosotros dos solos! O sea: nos olvidamos al Chanchito! Tremendo. Nos dimos cuenta en la puerta misma del restaurante, tampoco fue que llegamos a casa, nos fuimos a dormir y recién ahí caímos, pero igual, es tremendo.
Lo más terrible de todo (y Freud se haría una panzada) es que pasé mi vida entera reprochándole a mi madre cómo pudo ser posible un descuido increíble que tuvo cuando yo era niña: me dejó olvidada en una plaza. Y ella se dio cuenta recién regresando en el auto!! Su explicación fue siempre la misma: que entre mis hermanas y mis primos sumábamos un montón de nenes, que de ahí el error. "No importa -pensé siempre yo-, no podés". Bueno, ya ven, anoche nos pasó como les digo. Sí, somos unas bestias.
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