El método AGILE es ideal para estos tiempos en los que todo cambia tan rápido.
En un mundo dinámico y en constante cambio, que se mueve a toda velocidad, no hay tiempo para ser muy perfeccionistas. Tenemos que tener la agilidad de salir a la arena y probarnos a medida que las cosas evolucionan. Para eso, hay que amigarse con el error, y entender que en todo momento estamos aprendiendo. Hoy te contamos todo sobre el método que es furor en las organizaciones.
Si esa primera versión de lo que hacés no te da un poco de vergüenza, es porque saliste tarde. Pero ¿de qué hablamos? De la agilidad. Un concepto muy de moda que, básicamente, hace referencia a ¡animarnos! A arriesgarnos e ir aprendiendo en el camino, a medida que transitamos el hermoso proceso del hacer. Esto no quiere decir que seamos improvisadas, todo lo contrario: la agilidad radica en ir haciendo mejoras progresivas a medida que aprendemos. Sería como el “recalculando” del GPS.
¿Qué es la agilidad?
Los métodos ágiles, en contraposición a los métodos tradicionales, hacen hincapié en lograr un proceso rápido y flexible. Se usan mucho en los negocios, para obtener lo que se llama un MVP (producto mínimo viable) y de esa manera empezar a testear cómo este funciona en el mercado para ir “recalculando” y haciendo las mejoras a medida que vamos aprendiendo, transitando un método iterativo. Por ejemplo, si tenés un hobby que te apasiona y estás pensando en convertirlo en tu emprendimiento, desarrollá una buena propuesta, por supuesto, bien pensada y evaluada, pero no te vuelvas tan perfeccionista. Lanzate y vas a ir perfeccionando tu producto o servicio a medida que vayas conociendo mejor a tu cliente.
Esta forma de trabajar te puede proporcionar muchas ventajas:
- Una metodología de trabajo mucho más dinámica.
- Procesos iterativos que te permiten un aprendizaje constante.
- Tomar decisiones en forma reiterada (no solo al principio, como en los métodos tradicionales).
- Tomar el fracaso como parte del aprendizaje.
- Ir anticipando los riesgos a medida que avanzás.
- Tener entregables pronto.
- Lograr una buena retrospectiva de la mejora.
- Realizar una inversión paulatina (versus el método tradicional, con el que todo se da al principio).
Veamos un ejemplo: supongamos que te encanta la cocina y que sos buena haciendo tortas y postres. Decidís lanzar tu emprendimiento. Empezás por hacer un estudio de mercado, evaluás a tu competencia, desarrollás la propuesta de valor para tus potenciales clientes, calculás costos, precios, etc. El método tradicional te propondría que dediques muchísimo tiempo a hacer en detalle cada uno de estos pasos y que desarrolles todas las opciones de tortas que vas a ofrecer por los próximos 3 a 5 años, que evalúes todos los riesgos que pudieran surgir y la forma de contrarrestarlos, etc. En cambio, el método ágil sugiere que, luego de pasar por los análisis mencionados, te lances al mercado con un par de recetas para testear si lo evaluado es correcto. Ver la aceptación, realizar las correcciones necesarias e ir creciendo en forma paulatina, adicionando nuevas recetas a medida que los primeros lanzamientos se vayan afianzando. Lo más importante para ser ágil es ir aprendiendo a medida que transitás el proceso. Nunca pierdas tu capacidad autocrítica, tu capacidad de escuchar, de observar, de estar abierta a los cambios. Recordá que nada es constante, todo es dinámico. No existe otra forma de ser ágil que aceptar el cambio como la única constante.
Aplicá también el Business model canvas (BMC)
Esta herramienta es muy útil para analizar una idea o nuevo proyecto. Completando cada uno de sus cuadrantes, el BMC permite visualizar de un pantallazo la idea general y detectar las áreas de oportunidad. Los 9 cuadrantes a completar son: 1. Propuesta de valor. 2. Segmentos de cliente. 3. Relación con tus clientes. 4. Canales. 5. Actividades claves. 6. Recursos claves. 7. Socios claves. 8. Costos. 9. Ingresos.
¿Y vos? ¿Cómo te ves usando este método? ¿Qué tan flexible sos a la hora se moverte con la velocidad de los cambios actuales?